El Celta reacciona una hora tarde
Los vigueses pierden ante el Athletic un partido en el que pagaron su pésimo primer tiempo ä Con 0-2 los de Berizzo recuperaron su estilo, abusaron del rival y tuvieron opciones para empatar
Vigo
Pasaba de las once de la noche cuando el Celta se dio cuenta de que llevaba casi una hora dando tumbos por Balaídos, jugando a lo que no sabe, pegando pelotazos sin ningún sentido, llegando tarde a todos los cruces y cediendo espacio de forma exagerada al Athletic. Un espanto que había conducido al 0-2 y que ofrecía una perspectiva aterradora. Pero a media hora del final los de Berizzo regresaron de su dispersión, echaron la pelota al suelo e hicieron creer en una gran remontada a una afición entregada en ese momento. Se quedaron a medias porque les fallaron varias cosas: la puntería, las fuerzas y una mayor agilidad de su banquillo que con herramientas en la mano para insistir en el asedio solo recurrió a ellas cuando apenas quedaba un suspiro para el pitido final. La caldera necesitaba más carbón y Berizzo prefirió seguir con los rescoldos durante demasiado tiempo. El Athletic agradeció semejante consideración y se llevó un triunfo que creyeron en su mano en el descanso, pero por el que no parecían apostar cuando sintieron el ahogo del Celta.
La noche no dejó demasiadas buenas noticias para los vigueses, que jugaron todo el primer tiempo fuera de sitio. Berizzo sosprendió con la presencia de Alex López en el equipo y la suplencia de Radoja. Perdía el equipo su principal punto de apoyo, pero existía la posibilidad de que ganase dinamismo. Es como si Berizzo hubiese pensado en librar un duelo al gusto del Athletic, de ir y venir con mucha gente, y que para esa función le podría servir el triángulo formado por Augusto, Krohn y Alex. Nada de eso sucedió. El Celta fue incapaz de generar fútbol, se aceleró en exceso y por consiguiente se desordenó. Los de Valverde atacaron con inteligencia (sobre todo a la espalda de Hugo Mallo). La velocidad de Williams y de Muniain y la inteligencia y clase de Aduriz fueron un problema para un equipo que siempre llegaba tarde. Así sucedió en el primer gol, una carga algo excesiva de Augusto que Mateu y su particular criterio convirtieron en penalti. No lo era, pero el centrocampista argentino llegó al encuentro de Muniain con una exagerada angustia. No midió. Su respuesta es la demostración de la confusión que reinaba en el terreno de juego. Aduriz no desaprovechó el regalo del afamado colegiado.
El Celta, que había salido desnortado al campo se perdió por completo con el penalti en contra. En ese momento se equivocó de partido y de enemigo. Aunque esta temporada es cierto que ha sufrido episodios trágicos por culpa de los arbitrajes, es inaceptable que en el minuto 17 de partido se enrede en una guerra contra el nefasto Mateu. Llovieron las tarjetas y el equipo se marchó definitivamente del partido. Se acentuó el desorden en todos los sectores del campo y el Athletic se hizo con el control del partido sin apenas esfuerzo.
En medio del desconcierto llegó el segundo tanto . Nada sorprendente por otro lado teniendo en cuenta los vicios que el Celta suele tener a balón parado. Aduriz, tocado por una varita mágica este año, enganchó un cabezazo soberbio que se estampó contra el larguero. El rechace cayó en los pies de San José que empujó a la red con toda la defensa viguesa haciendo la estatua a su alrededor. Y lo peor ya no era el marcador, sino las ausencias de la mayoría de futbolistas que estaban sobre el campo.
Regresó del limbo el Celta cuando se llevaban unos diez minutos de la segunda parte. No hizo falta gran cosa. Solo echar el balón al suelo y que se juntasen alrededor de ella su gente de más talento. No tardó el Athletic en trasmitir la alarma que le producía aquella forma de jugar. Con las líneas más juntas, el Celta cerró la posibilidad al Athletic de escaparse de aquel asedio. Entró en escena Santi Mina por un apagado y gris Alex López y el Celta dio un salto cualitativo inmenso. Orellana se fue a la mediapunta y los vigueses se lanzaron como fieras hacia el área de los bilbaínos. En el minuto 63, en una de esas jugadas, el chileno colocó el balón en el segundo palo donde Larrivey -una de las novedades en el partido de ayer- cabeceó a la red. El Celta multiplicó su presencia en el área rival. Se le caían de los bolsillos las paredes y las ocasiones. Al Athletic, que había perdido a Aduriz por lesión, no le llegaba el aire a los pulmones y el partido olía a remontada. Santi Mina, que volvió a reivindicar una mayor dosis de minutos, era un volcán. Estuvo en casi todas las acciones de peligro y dio razones a los que no entienden su escasa presencia en buena parte de la temporada.
El Celta se frenó a un cuarto de hora del final. Tenía la pelota, pero había perdido algo de chispa y empezado a pagar el esfuerzo y el ritmo que había puesto en ese tramo del partido. Berizzo ahí volvió a demostrar su estilo tan desconcertante para utilizar los cambios. El motor pedía combustible, gente que mantuviese ese ritmo. Había en el banquillo, pero solo se acordó de ellos en el último suspiro. Entró Bongonda a falta de cinco y el joven belga aún tuvo tiempo de poner un par de balones con peligro. Queda la duda de qué hubiera podido suceder en caso de que su entrada en escena se hubiese producido un rato antes. Pero aún insistieron los vigueses hasta el pitido final cuando Larrivey envió al limbo la última oportunidad de un partido en el que el Celta pagó el retraso con el que llegó a Balaídos. Llevaba el Athletic una hora jugando cuando comenzaron a preocuparse por ganar el partido.
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