Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La patada voladora de Cantona

Se cumplen veinte años de la agresión del jugador francés a un aficionado del Crystal Palace que acabó con su etapa en la selección francesa y puso en peligro su continuidad en el United

Momento en el que Eric Cantona patea a Matthew Simmons, el aficionado del Crystal Palace. // FDV

Después de meses de loca persecución, en enero de 1995 el Manchester United creía tener al fin a su alcance al Blackburn Rovers. El equipo de Kenny Dalglish se había mantenido desde el comienzo al frente de la clasificación con una distancia que oscilaba entre uno y cuatro puntos. En el mercado invernal Ferguson había realizado una maniobra sorprendente al arrebatarle al Newcastle a su máxima estrella de entonces, Andy Cole, a cambio de siete millones de libras. Parecía la pieza que le faltaba para formar una delantera temible junto a Cantona, Giggs, Andrei Kanchelskis y el veterano Mark Hughes que aún gozaba de un importante status en los planes de Ferguson. El 23 de enero, un frío lunes de enero, al United le tocó rendir visita a Selhurst Park, el estadio del Crystal Palace. Uno de esos escenarios complicados en los que se ganan y pierden títulos casi sin darse cuenta. El Blackburn había ganado en la víspera y eso no concedía el mínimo margen a los de Ferguson que por entonces podían encaramarse al liderato aunque con un partido más que su gran rival.

El partido cumplió al dedillo con el guion esperado. El Crystal Palace apretó de lo lindo sobre un terreno de juego muy pesado y planteó un partido físico, con extra de trabajo para el árbitro, Alan Wilkie. Desde el comienzo Eric Cantona se las tuvo tiesas con Richard Shaw, un viejo perro de presa, marcador implacable, que se esposó al francés. El encontronazo fue inevitable. Cantona, convertido en su cuarta temporada en un símbolo para la grada de Old Trafford, mostraba un nivel de excitación superior al habitual. Había muchos ojos puestos en él. En el palco se encontraba sentado Moratti, dueño del Inter, que desde hacía tiempo trataba de llevarse al delantero al calcio. Las especulaciones de aquellos días le situaban fuera de Manchester en el mismo mercado invernal que estaba a punto de cerrarse.

La tensión del partido pudo comprobarse en el mismo túnel de vestuarios donde Cantona no paró de quejarse a Alan Wilkie de lo que consideraba un marcaje ilegal de Shaw. El árbitro, cansado de las airadas protestas, le amonestó allí mismo mientras Ferguson, hecho una hidra, le preguntaba "¿por qué no haces tu trabajo de mierda?"

Todo explotó en el minuto tres del segundo tiempo. Pese a las llamadas a la calma del descanso, en el primer balón aéreo Cantona soltó en exceso el brazo y Wilkie le envió a la ducha. Selhurst Park estalló de júbilo mientras el francés inició el lento camino hacia el vestuario. Ferguson, petrificado, no le dirigió ni una mirada mientras pasaba junto a él. Cuando estaba a punto de alcanzar la banda se produjo el hecho insólito y que acabaría por regalar una de esas imágenes que acaban pasando a la historia del fútbol. Cantona aceleró hacia la grada y soltó una tremenda patada, más propia de las artes marciales, a un aficionado que le increpaba desde la banda. Se lo llevaron entre empujones mientras él hacía esfuerzos por terminar de ajustar cuentas con el seguidor.

El aficionado se llamaba Matthew Simmons y tenía veinte años. Abonado del Crystal Palace, había descendido las once filas de asientos que le separaban del terreno de juego para gritarle -según confesaría después- "jódete hijo de puta francesa". El desconcierto que generó la escena fue extraordinario. Muchos se la perdieron, incluido el propio Ferguson que solo la vio de madrugada en su casa gracias al vídeo que le había dejado su hijo preparado.

La pelea por el título pasó a un segundo plano. Durante días solo existieron Cantona y Matthew Simmons. El Manchester United reaccionó de inmediato y castigó al jugador con cuatro meses sin jugar y una fuerte multa. De alguna manera aquella decidión implicaba regalarle el título al Blackburn (sería campeón por solo un punto), pero nadie en el entorno del United dudó a la hora de tomar esa resolución. Mientras el Crystal Palace echó a Simmons de su estadio por moverse de su asiento con la idea de provocar a un jugador contrario. Su vida se convirtió en un pequeño calvario durante aquellos meses. Sufrió el acoso de los tabloides, una parte de su familia le volvió la espalda y le echaron de su trabajo.

A Cantona el suceso le hizo un daño considerable. La Federación Inglesa amplió el castigo de cuatro a otro meses y Francia decidió no volver a convocarlo para ningún partido. Durante la vista para estudiar su caso y en el que también se le castigó con 120 horas de trabajos sociales Cantona hizo la única declaración de aquellos días y que encerraba un claro contenido metafórico sobre la atención que le prestaban los medios: "Cuando las gaviotas siguen al pesquero, es porque piensan que las sardinas van a ser arrojadas al mar".

El francés desapareció de la escena aunque en verano alguien le cazó jugando un partidillo de entrenamiento con los juveniles y la Federación estuvo a punto de ampliar la sanción. Superado por la presión Cantona se fue a París y reclamó al United que le vendiese a algún equipo para no volver a jugar en Inglaterra. Ferguson tomó un avión y se presentó en la capital francesa para hablar con su estrella. Le costó dos días convencerle de que no se fuese, de que con el tiempo, el ruido descendería. Años después, en sus memorias, sir Alex reconocería que "aquel viaje a París fue una de las mejores cosas que he hecho en este estúpido trabajo mío". Cantona acabó por ascender al cielo de Old Trafford. Ganó más títulos y fue la estrella irascible, con el cuello de la camiseta siempre levantado, que quería Ferguson. La patada quedó en la historia como una mancha en su reputación aunque también le permitió explotar ese papel que siempre le generó jugosos beneficios.

A Simmons la vida no le fue igual de bien. Años después pasó unos meses en la cárcel tras golpear a otro hombre durante un partido de juveniles en el que intervenía su hijo. Para los tabloides el suceso ocupó apenas una columna.

Compartir el artículo

stats