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El Celta agrava su caída

El espejo cóncavo del Coliseum

El Getafe, como con Herrera y Luis Enrique, desnuda la versión más fea de Berizzo, incomprensible en los cambios

LOF

En la confrontación de buen juego y malos resultados ha podido, como tantas veces, el deterioro. El equipo no se ha mantenido invulnerable a las dudas. Urgencias y desconfianzas han desmontado en las dos últimas semanas la precisa maquinaria que había ensamblado Berizzo. Las explicaciones antes aceptables (escasa efectividad, errores arbitrales, infortunio) se han transformado en excusas. Las derrotas ante el Espanyol y el Getafe, aunque in extremis, atienden a la lógica del relato. El Celta se ha descompuesto. Está gravemente enfermo. Aceptar tal realidad es el primer paso en su recuperación.

diagnóstico absurdo

El Coliseum es para los entrenadores del Celta una especie de espejo cóncavo. Los deforma. Desnuda su peor versión. En Getafe cavó Herrera su tumba y Luis Enrique pareció un botarate. Berizzo cayó en ese embrujo. Se equivocó en toda la trama: planteamiento, nudo y desenlace. Volvió a retener los cambios, lo que en él alcanza el grado de manía, y fue el único que entendió que el problema estaba en la delantera, cuando era la medular la que arrastraba al equipo hacia el desastre. El orillamiento de Álex López raya ya lo incomprensible. Aún sin mostrar un rendimiento regular, el mejor Celta siempre se expresa con él dentro de la cancha.

precipitaciones

El Celta quiso construir cuando empieza a convenirle ceder ese protagonismo al rival porque mandar exige confianza -y es difícil aventurar si sería capaz de asimilar tal reconversión-. Al equipo le sobró el césped seco y frío; le faltó la pausa. Sin Fontás, las combinaciones se empantanan y precipitan. No existe ese pase inicial que rompa la primera línea. El juego nace y crece torcido. Las imprecisiones de Krohn-Dehli y Augusto alimentaron al Getafe, que vivió de lanzar contras desde media cancha, en las que es más difícil recuperar las referencias defensivas. Como en el empate, con tres célticos marcando a Diego Castro mientras Álvaro recibía solo. Olvidándose de la marca al hombre justo dentro del área.

escaso oficio

El Celta fue concebido para ganar. Ignora cómo no perder. La honestidad de un recogepelotas y la picardía de Nolito le entregaron lo que las acciones más esmeradas no le habían dado en anteriores encuentros. Pero fue incapaz de proteger esa ventaja, que perdió en un desliz, como fue incapaz de retener el punto que Diego Castro insistía en regalarle. Porque en el juego de asperezas, astucias y dilaciones es un equipo ingenuo. Porque en la contención se siente incómodo.

dimisiones individuales

Berizzo ha heredado de Bielsa su integrismo ideológico. Vive y muere en el marcaje al hombre. Lo que sus jugadores ya no hacen. Ese sistema exige una implicación absoluta de cada uno. No existe una red de ayudas en la que guarecerse, descansar o disimular. Si Planas sigue a Sarabia y Nolito no baja con el lateral, se rasga la piel defensiva; si Kroh-Dehli se mueve por el campo como drogado, se deshilachan todas las conexiones neuronales. Preocupante la actuación del danés, a cuyo ritmo se movía el equipo. No ya por la desacertado, sino por lo apático.

con ahorros, sin margen

La matemática es el salvavidas al que asirse. La confrontación de lo que el Celta era hasta noviembre y aquello en que se ha convertido en enero empeora la perspectiva. El descenso se mantiene a cinco puntos. Pero el margen se le ha agotado a Berizzo. Por la racha, por la dinámica y por los síntomas de que su discurso ya no cala ni la plantilla lo interpreta bien. La matemática de una victoria es el único remedio.

Tres manos mal valoradas por Mateu Lahoz

  • Mateu Lahoz faltó a clase el día en que se actualizó el reglamento sobre la penalización de las manos. Falló en todas sus decisiones al respecto. Perdonó un penalti de Naldo, que interceptó con el brazo extendido un remate de Charles -quizás entendió erróneamente que el balón había pegado antes en otra parte del cuerpo-. Su juez de línea, con mejor visión, no le ayudó. Después acertó al señalar la pena máxima cuando Radoja impidó el gol cantado de Alexis con una estirada de portero, pero le perdonó la tarjeta roja, posiblemente porque en realidad no sabía quién había sido. Diego Castro completó el indulto provisional al lanzar "a lo panenka" y estrellar el balón en el larguero -la acción al completo, en la secuencia de imágenes-. Mateu le enseñó finalmente a Jony la quinta amarilla del ciclo, contraviniendo también la doctrina sobre manos.

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