Asier Muniain, que es Axi cuando cabalga su tabla, se dedica a cazar olas gigantes. El guipuzcoano recorre los oceanos en su búsqueda. Muros gigantescos de 20 metros que escala y desciende. Cinco veces ha estado nominado a los Oscar del surf en las diversas modalidades que atañen a las olas más potentes; el primer europeo en lograrlo.

Munian, figura mundial, descansa estos días en Patos. Ha participado en los actos del decimonoveno aniversario del club nigranense. Fue de los que se lanzó al mar en plena noche, sobre una tabla luminosa. También se acercó a Oia, persiguiendo una ola que le interesaba. Esta vez le fue esquiva. Vientos, mareas, temperaturas... "Son muchos los factores que influyen en la morfología de la ola", comenta.

Las costas sureñas fueron su primer amor gallego. Después ha ido desplazándose hacia el norte. Acudía a Pantín cuando todavía se dedicaba al surf convencional. En los últimos tiempos, sin embargo, prefiere como destino las aguas de la Costa da Morte. Su reto es lo expuesto.

Las aventuras de Muniain exigen planificación y tecnología. Su equipo analiza los partes meteorológicas. Nada mejor que una tormenta de tal fuerza que exija su bautizo. La ola soñada se rastrea por mar y desde tierra, en viajes de seis horas de ida y otras seis de vuelta. En ocasiones, no obstante, es el instinto el que indica el camino. Y es también materia de susurros. Muniain charla con pescadores -y percebeiros, si está en Galicia-. O recibe filtraciones. Muchos surfistas prefieren guardar en secreto sus olas domésticas. A Muniain se las desvelan. "Me facilita ser quién soy", acepta. Su mejor heraldo es su códico ético. Cuando graba sus cabalgadas sobre este tipo de olas, se preocupa de proteger la localización. "Si se masificase, se perdería el disfrute", explica.

Axi frecuenta Portugal y estuvo en Marruecos cuando la última ciclogénesis devastadora. En sus aguas guipuzcoanas tiene una de las olas más peligrosas del mundo. A poco de allí, frente al Igeldo que cierra La Concha, se fisuró hace poco las costillas cuando cayó entre los baches de una ola de ocho metros. Reconoce haber vivido situaciones peligrosas, con los pulmones agotando sus reservas. "Al final, acumulas diferentes situaciones en diversos contextos. Aprendes a examinar riesgos y reaccionar", aclara. Su fórmula para cuando has caído al intestino de espuma es tan sencilla como difícil de aplicar en esos segundos en que la existencia depende del siguiente braceo: "Sangre fría y pensamientos positivos".

El surf tiene una filosofía especial. Es un estilo de vida, afirman sus devotos. Presume de su pureza en el contacto con la naturaleza. Los profesionales deben combinar ese credo con las exigencias comerciales. "Depende de cada uno", conviene Muniain. "Es cierto que necesitas un impacto mediático para conseguir sponsors. Pero si te dejas llevar por la atención de los medios, te puedes descentrar. Te estás jugando tu vida. Y es un mundo tan sacrificado que nadie está en él sólo por el bombo que le puedan dar".

Bajo la piel de cualquier surfista late siempre el niño que se lanzó por vez primera al mar sobre una tabla. Esa sensación no se le desvanece ni siquiera a los que domestican las olas más monstruosas. "La adrenalina, claro, te lleva a empujar más allá los límites. Pero a veces, cuando estoy muy centrado y entrenando duro, llega marzo y me doy cuenta de que apenas he surfeado olas pequeñas. Entonces me entra la sed y salgo a cogerlas", concluye Muniain frente al rumor suave de la Ría de Vigo.