Vujadin Boskov, que acaba de fallecer a los 82, años ha quedado para la historia del fútbol español, fundamentalmente, por una de sus frases: "Fútbol ser fútbol". Me la dijo en un almuerzo al que me citó porque quería conocerme. Probablemente, le hizo tal recomendación Miljan Miljanic con el que mantuve excelente relación durante años. Por entonces, Vujadin llevaba poco tiempo en el Madrid y el domino del castellano no era su mejor virtud. Fue uno de los entrenadores que dejó una afirmación para la posteridad como aquella de Helenio Herrera según el cual se juega mejor con diez que con once.

Boskov llegó a España, al Zaragoza como apeadero, en tiempos en que estaba de moda el fútbol yugoslavo, entonces había un solo país, la gran obra del mariscal Tito. Miljanic abrió la puerta para la venida de entrenadores balcánicos. Su selección había llamado la atención y los técnicos habían cobrado prestigio. Boskov fue jugador internacional estuvo catorce años en la Vodjovina y posteriormente jugó en Italia y Suiza. En el Young Boys hizo el doble papel d jugador y entrenador.

Los técnicos de aquella zona aportaron nuevos conceptos futbolísticos. Impusieron en sus equipos las jugadas preparadas, la estrategia en el planteamiento del partido, la gran preparación física. Lo físico y lo táctico eran las páginas fundamentales de su librillo. Los yugoslavos creían en conceptos que entonces eran casi académicos.

Luís de Carlos, presidente del Madrid lo contrató y en primer año fue espléndido porque ganó Liga y Copa. No tuvo tanta fortuna en Copa de Europa en que fue vencido por el Liverpool. Sobre Boskov cayeron múltiples críticas cuando el único gran esfuerzo hecho pro el club en fichaje fue el británico Cunningham que no fue la mejor operación. En el Madrid de entonces triunfaba Stielike, pero al conjunto, que no estaba repleto de futbolistas de relumbrón, se le llamó "la cuadrilla del arte" y también fue "el equipo de los García", con lo que se quiso significar que había mediocridad.

Boskov coincidió con los mejores años de la Real Sociedad. Esta le ganó el título en Gijón, a falta de veinticuatro segundos para que acabara el campeonato, con el gol de Zamora. No tuvo mano izquierda cuando quiso cargar las derrotas sobre los futbolistas.

Éstos se la juraron y su salida fue irremediable.

La moda de entrenadores balcánicos pasó y aquella generación de técnicos que invadió la Liga española se difuminó pronto. A Boskov le llegó su último premio cuando dirigió la selección de sus país.

Siempre nos quedaran sus frases perogrullescas propias de un idioma que no dominaba Para él, ganar era mejor que empatar y empatar, mejor que perder. Uno de sus lugares comunes sobre la trascendencia del fútbol estribaba en que todo era imprevisible porque siempre se partía del cero a cero. En la memoria colectiva siempre quedará aquello de "fútbol ser fútbol" que era su tratado de filosofía balompédica.