Mourinho ha construido su notable carrera levantando muros y trincheras. Altos unos, profundas otras. Bien plantadas siempre, imposibles de superar para buena parte de sus rivales. En ese sentido no engaña a nadie, ha hecho de esa forma de entender el juego un modo de vida y también de éxito. Ocho veces ha estado en las semifinales de la Liga de Campeones en los últimos once años y nunca lo ha hecho abanderando el buen gusto o el fútbol abierto. El sistema es perfectamente válido. Nadie tenía dudas del Chelsea que ayer se vería en el Vicente Calderón y la duda solo estaba en conocer la respuesta que el Atlético de Madrid ofrecería al planteamiento de Mourinho. Poca cosa hicieron los de Simeone -poco lúcido ayer en el manejo de su plantilla- a quienes faltó imaginación y recursos para superar la sucesión de trincheras que el portugués instaló frente a su área. El Chelsea volvió a Inglaterra con el 0-0 que perseguía desde el pitido inicial. Un buen resultado, pero también tramposo. Es interminable la lista de equipos que, reconfortados por haber logrado ese marcador en el primer envite, terminaron eliminados en su estadio.

Mourinho no disimuló desde que ofreció la lista de futbolistas que opondría al Atlético de Madrid. Su versión más rocosa y defensiva. Aisló a Torres en punta y detrás de él situó a los diez futbolistas restantes. David Luiz en el eje del campo con Mikel y Lampard a sus costados y no muy lejos de allí William y Ramires. El planteamiento estaba claro, pelotazo en dirección al delantero madrileño para ver si encontraba una galopada milagrosa. Y luego, al caparazón. Nada le hizo salir del plan. Ni la lesión de Cech -que posiblemente se perderá la vuelta tras sufrir una luxación de hombro en el primer saque de esquina en contra- le hizo pestañear. Todos arropados en su área, vigilando de cerca a Diego Costa y Rául García para evitar un cabezazo que comprometiese el plan. A los de Simeone les faltó imaginación en la zona de tres cuartos y un plan diferente al que pretendía Mourinho. El preparador argentino recurrió a Diego Ribas en lugar de Villa con la idea de que el brasileño encontrase rendijas por las que filtrar sus pases. Apenas acertó el buen futbolista colchonero. Y lo peor es que eso les llevó a abusar del juego por dentro cuando el partido pedía seguramente atacar con más intención por fuera y que los centros viniesen a ser posible desde la línea de fondo. Sin embargo esos envíos llegaban todos más o menos frontales, fáciles de atacar para los buenos centrales del Chelsea -extraordinario Cahill, correcto Terry-. La consecuencia fue que el primer tiempo murió sin una sola ocasión en ninguna de las dos áreas, solo un lejano disparo de Mario Suárez aceleró el pulso de un público entusiasta.

El Chelsea no se movió un metro en el segundo tiempo. Perdió a Terry por lesión y el cansancio le llevó a perder la posición en algunas jugadas, pero su partido defensivo siguió siendo impecable. Perfectos a balón parado cerraron a Diego Costa que apenas encontró situaciones para evolucionar y su misión estaba en cazar centros imposibles de sus compañeros. El Atlético de estiró un poco más y ganó más finura con la entrada en el campo de Sosa y sobre todo de Arda Turan, que llegó con cierto retraso al partido. Una decisión defícil de entender de Simeone a quien se vio menos lúcido que otras veces. La insistencia llevó a que apareciese Schwarzer en un par de acciones, pero curiosamente el partido acabó con el Chelsea poniendo en el área del Atlético. Hubiese sido el colmo el día en que Mourinho escribió un nuevo episodio de la apología de la trinchera.