El brazalete de capitán está hecho a medida de tipos como Augusto Fernández, un líder nato tanto dentro como fuera del campo que ha conquistado al celtismo desde sus primeros pasos por Vigo. Indiscutible para todos los entrenadores que ha tenido en el Celta, el argentino fue elegido con la marcha de Jonathan Vila el cuarto capitán del equipo, viendo reconocido su carisma y su entrega.

Sin embargo, no había portado el brazalete hasta ayer, motivado por las ausencias en el once de Oubiña, Mallo y Bermejo. Volvía así Augusto al once tras su suplencia ante el Atlético y el argentino respondió a la confianza de Luis Enrique, cuajando un partido muy completo y recuperando su mejor versión, noventa minutos llenos de brega, calidad y entrega.

En el vértice derecho del trivote de la medular junto a Fontás y Madinda, su capacidad para romper entre líneas y su asociación con Jony y Orellana hicieron sufrir a un equipo tan bien organizado como el Levante, desarbolado por la continua movilidad de los atacantes del Celta.

Así, en una jugada varias veces ensayada durante el encuentro, el buen desmarque de Augusto aprovechando el arrastre de Orellana del lateral era aprovechado por un gran pase largo de Jony. El control orientado del argentino y su magnífico centro para que Nolito solo tuviera que empujar el balón a la red hizo el resto.

Se le veía con confianza a Augusto, que intentaba una y otra vez sus clásicos regates encontrando centros muy peligrosos al área del Levante, que no se libró de sus internadas durante la segunda mitad, poniendo de nuevo muy buenos envíos tanto a Nolito, que remató de volea pero se encontró con la fenomenal respuesta de Keylor Navas, como a Orellana, que no acertó a definir dentro del área.

Con todo por decidir, Augusto supo sacar también en los minutos finales su oficio para ganar segundos vitales que cerrasen el encuentro a favor del Celta, que da un paso de gigante hacia la salvación, liderado por un capitán por vocación.