El Celta dio ayer una larga zancada en la tabla con una victoria en El Madrigal que vale media permanencia. El grupo de Luis Enrique resolvió el choque en dos acciones a balón parado después de sobrevivir durante ochenta minutos al incesante acoso de un rival implacable, que monopolizó el juego y la pelota y obligó a los celestes a vivir en la trinchera. Un triunfo coral, rebañado con el cuchillo entre los dientes, que permite abrir una cómoda brecha de ocho puntos con la zona de descenso y augura un futuro prometedor a un equipo en crecimiento que, frente a un rival insaciable, dictó una lección magistral de templanza, pragmatismo y rigor defensivo.

El Celta creció en el partido desde la defensa y lo sentenció en dos zarpazos a balón parado, una faceta en la hasta ahora apenas se había prodigado y que ayer ejecutó a la perfección. Orellana, tras un templado centro de Álex López en el minuto 83 y Nolito, a un minuto del final tras suspenderse el choque por el lanzamiento de un bote de gas lacrimógeno, certificaron esta gran victoria.

Luis Enrique resolvió la significativa ausencia de Charles con Santi Mina, que formó en el centro del frente de ataque, con Rafinha a su derecha y Orellana a su izquierda. No hubo sorpresa en vanguardia, pero sí en medio campo, pues el técnico sentó por segundo partido consecutivo a Borja Oubiña en el banquillo, esta vez para confiar a Fontás -igual que en la primera vuelta en Balaídos- la responsabilidad de sostener atrás al equipo e iniciar el juego. Aurtenetxe ocupó junto a Cabral la vacante del catalán en la retaguardia, mientras que Augusto relevó a Álex López en el once como interior derecha y Krohn-Dehli jugó en su posición natural, arrimado a la banda izquierda.

Un esquema en apariencia sólido que sin embargo no bastó para contrarrestar la agresividad con que el Villarreal entró en el partido. El conjunto amarillo presionó arriba con voracidad, arrebató al Celta la pelota y no tardó en empujar a los celestes hacia los dominios de Yoel. El Celta replegó velas y sufrió para frenar el empuje de su adversario, pero logró contener al Villarreal sin descomponerse con buena colocación -especialmente de los dos centrales- y rigor táctico.

Perbet, el más incisivo de los amarillos junto al mexicano Giovani dos Santos, dio el primer aviso con un potente disparo raso desde la frontal al área que se perdió a la derecha del portal de Yoel, de nuevo ayer muy entonado. La ocasión más clara de los locales la tuvo sin embargo el lateral derecho Mario, que ganó la línea de fondo y se sacó un impresionante centro-chut que el portero del Celta despejó antes de que Perbet pudiese armar la pierna

El meta celeste, impecable toda la noche, atrapó no mucho después un disparo de Perbet y atajó con seguridad varios centros que auguraban peligro antes de que el delantero francés mandase al segundo anfiteatro otra buena ocasión de los amarillos.

El Celta, que mantuvo en general el tipo, apenas pudo replicar en el primer tiempo con alguna arrancada de Rafinha abortada con algún apuro por la zaga amarilla. El equipo vigués pagó no obstante cierto peaje por su esfuerzo defensivo y se fue al descanso con sus dos defensas centrales amonestados.

El dominio del Villarreal se intensificó tras el intervalo. Los de Marcelino avanzaron metros, se apoderaron del mediocampo -Augusto y Krohn-Dehli desaparecieron del mapa y Fontás tuvo que incrustarse entre los centrales- y monopolizaron la pelota en busca de una jugada ganadora que nunca llegó.

Bruno cortejó el gol con un cabezazo tras saque de esquina, Trigueros lo intentó con otro remate de cabeza que se perdió por alto y Perbet vio bien anulado un gol por fuera de juego.

Mina, probablemente en su mejor partido con el primer equipo, replicó con una acción al borde del área con un envenenado disparo raso que se perdió cerca del poste derecho de Juan Carlos. Un espejismo en medio de en medio de un monólogo del equipo amarillo, que no dio tregua y sometió a la portería celeste a un bombardeo.

La buena colocación de la zaga (en este segundo tiempo con un buen Íñigo López por la amarilla de Cabral), que defendió al límite, y el buen desempeño del cancerbero de Castrelos, que abortó sendos disparos a Moi Gómez y Perbet, mantuvieron al Celta con vida.

La entrada en el campo de Álex López, que relevó a Augusto, mejoró sin embargo a los celestes y acabó siendo clave en la victoria final.

La intensidad del Villarreal decreció con el paso de los minutos y, tras algún esbozo a la contra y una gran acción de Santi Mina, que hizo un caño a su marcador y ganó con velocidad la frontal pero remató manso, los celestes encontraron un filón a balón parado. Álex Lópex, que nada más saltar al césped había rondado el gol con un disparo envenenado que se estrelló con el lateral de la red, templó una falta al cogollo del área que Orellana, un metro y medio, peinó al fondo de la red.

Un golpe en toda la línea de flotación del "submarino" que, a siete minutos del final, veía cómo se le escapaba un partido que había gobernado con indiscutible autoridad.

El Celta se preparaba para resistir el último arreón amarillo cuando un bote de gas lacrimógeno arrojado desde la grada obligó a sdesalojar el campo y suspender el partido durante 20 minutos. El acto vandálico no vino sin embargo mal al equipo de Luis Enrique, al que la pausa le sirvió para templar los nervios y entrar con gran decisión en la reanudación el partido. Y tras sacarse de encima la pelota en un córner, Nolito, que apenas había entrado en escena tras suplir a Krohn-Dehli, puso, con un impecable disparo de falta, la guinda a una victoria que vale un tesoro.