El Celta ejecuta una obra perfecta

El equipo vigués destierra su dinámica perdedora con una inolvidable goleada al Málaga en La Rosaleda

Nolito se abraza con Mallo en presencia de Charles, Fontás y Orellana tras anotar el cuarto gol del Celta.   // Efe

Nolito se abraza con Mallo en presencia de Charles, Fontás y Orellana tras anotar el cuarto gol del Celta. // Efe

JULIO BERNARDO

El Celta agarró el toro por los cuernos y se sacudió de encima la perniciosa dinámica perdedora del último mes con un recital de fútbol en La Rosaleda. El grupo de Luis Enrique, que acertó de lleno con el planteamiento y la elección de las piezas, hizo de la necesidad virtud para ejecutar en un momento de máxima dificultad una faena redonda, casi perfecta, que perdurará en la memoria colectiva celeste por su brillantez y contundencia.

No todos los días se marcan cinco goles a domicilio en Primera División -el Celta no lo hacían desde el glorioso 1-6 al Athletic en 2001 en el viejo San Mamés- y el conjunto de Luis Enrique lo hizo con una autoridad sorprendente y una propuesta futbolística admirable justo cuando la temporada amenazaba con complicarse. Un triunfo hermoso, por aplastamiento del adversario, que acaba con una racha negativa que duraba ya cuatro jornadas y permite al Celta tomar aire en un momento del calendario especialmente complejo, con la visita del Barcelona a la vuelta de la esquina, y el desplazamiento luego al Sánchez Pizjuán. El vaso vuelve a verse medio lleno.

Los cambios introducidos por el técnico, con Cabral como pareja de un inmenso Fontás y Aurtenetxe en el carril izquierdo, y la presencia de Augusto en la posición del interior dieron otro aire, más fresco, al Celta, que defendió con un rigor desconocido -apenas sufrió en un par de acciones a con la pelota detenida- y atacó con velocidad, determinación y eficiencia.

Lejos de dejarse intimidar por la situación, el equipo vigués saltó al césped del estadio malagueño decidido a llevarse el partido sin dar opción a su adversario a abrir la boca. Le ayudó (y mucho) la posición más adelantada de Borja Oubiña (que Luis Enrique ya ensayó ante el Levante mejoró de modo apreciable la circulación de la pelota) y la entrada en escena de Álex López, que ofreció un concierto en la conducción, anotó dos goles y ofreció al equipo un variado repertorio de soluciones.

Con Oubiña en su posición natural, todo cobró sentido. El fútbol del Celta fluyó de modo natural, dinámico, vertical. La fractura entre la defensa y el medio campo desapareció y el Celta ganó el área de Caballero con una facilidad pasmosa. La rapidez con que Álex López abrió el marcador inclinó muy pronto el campo a favor de los celestes. La jugada la inició Oubiña, que se apoyó en Augusto y éste prolongó el hacia el ferrolano. Álex alzó la vista, ajustó el punto de mira y descerrajó un zapatazo desde el balcón del área que entró como un misil ajustado el poste derecho haciendo impotente estirada de Caballero. Habían transcurrido cinco minutos desde que el balón echara a rodar y el Celta ya había golpeado a su adversario en medio de la línea de flotación con un perfecto ejemplo de sencillez, velocidad y eficacia.

El tanto celeste desconcertó por completo al Málaga, que perdió el sitio en el campo, y permitió al conjunto de Luis Enrique desplegar su mejor versión futbolística. El monólogo del Celta continuó apenas interrumpido por un tímido disparo de El Hamdaoui que atrapó sin dificultad Yoel y un centro del portugués Duda que Portillo no alcanzó a rematar. Muy poca cosa para un equipo que también necesitaba una reacción y del que se esperaba una actitud algo más diligente.

Probablemente no le dio tiempo, pues el Celta no tardó en anotar el segundo tanto, por medio de Augusto, que parece haberse especializado en marcar en La Rosaleda. El argentino, que anotó el gol del empate en Málaga el pasado curso, se estrenó como goleador tras aprovechar un balón bombeado de Charles servido previamente por Aurtenetxe al corazón del área. Otro gol de hermosa factura por el tino en el control y la astucia con que Augusto aprovecha el error de Antunes, para fusilar a Caballero con un poderoso disparo cruzado.

Antes del descanso, el Celta pudo hacer el tercero con un par de contragolpes mal resueltos pero sobre todo con un remate de cabeza de manual al Charles ligeramente elevado por encima del travesaño.

Tras el intervalo, Schuster movió el banquillo. Anderson y Morales relevaron a Camacho y El Hamdaoui y el Málaga sacó fuerzas de flaqueza. Durante algunos minutos puso en complicaciones a los celestes, que replegaron velas. En esta fase del partido, al equipo de Luis Enrique le faltó pausa, para controlar el juego. La pelota le quemó al Celta en los pies y apenas alcanzó a hilvanar un par de pases antes de perderla.

El rival, sin embargo, apenas inquietó a Yoel, como demuestra el hecho de que la mejor ocasión de los de Schuster llegó en una salida en falso que el portero celeste pudo rectificar a tiempo. Nada más hubo en los locales después del tercer gol del Celta en una triple ocasión que Álex López introduce en el portal de Caballero. La jugada arranca con una obra maestra de Nolito. El andaluz recorta a su marcador en una baldosa y se saca un latigazo que se estrella en el poste, el rechace le cae a Augusto, que dispara con la zurda y obliga a lucirse a Caballero, que no puede impedir sin embargo un segundo rechace que el ferrolano pica de cabeza a la red.

Tras el tercer gol, el Málaga se entregó a su suerte y el partido se convirtió en un paseo militar para el cuadro vigués, que humilló a uno de los mejores defensores de la Liga. El cuarto gol, de bandera, recompensó a Nolito, que lo había cortejado ya varias veces sin suerte a lo largo del partido. El andaluz se internó en el área por la izquierda, quebró a su par y zapateó el balón al palo largo con un trallazo inapelable. Para entonces el Málaga era ya un juguete roto en manos del Celta, que irrumpía en el área local en oleadas. En una de ellas llegó el quinto gol, que Charles anotó en boca de gol tras un servicio de David Rodríguez. El punta talaverano, que poco antes había ingresado en el campo por Augusto, pudo incluso anotar el sexto en un mano a mano con Caballero, pero cruzó en exceso el remate. Un error intrascendente, que no emborrona un partido memorable de un equipo que vuelve a regalar motivos para creer.

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