La insólita penitencia de Mascherano
VÍCTOR MARTÍ | BARCELONA
A Javier Mascherano no le gustan los tópicos del futbolista común, hasta tal punto que, cuando comete un error individual, es capaz de hacer una feroz autocrítica, una penitencia un tanto insólita entre sus compañeros de vestuario.
El martes, después del encuentro de Liga de Campeones contra el Milan, "el jefecito" apareció ante las cámaras cabizbajo, con la voz rota. Quería dar la cara, aceptar el 'mea culpa': "El equipo, lamentablemente, ha tenido que sufrir un nuevo error mío. Me duele por el resultado, porque en partidos tan importantes como éste, yo no me puedo permitir este tipo de errores". "El error" al que se refiere propició el tanto de los italianos en el minuto 9, después de un mal entendimiento con Piqué, que fue aprovechado por Robinho para batir a Valdés tras combinar con Kaká.
San Siro fue el escenario de su reaparición, después de un mes en el dique seco por una elongación en el bíceps femoral, la lesión de moda en el vestuario azulgrana. La escuadra 'rossonera' empezó ahogando a un Barça destemplado que, hasta el gol de Messi, no se encontró en la cancha.
La del minuto 9 fue la única mancha de Mascherano en un encuentro en el que completó 58 pases de 64, cometió tan sólo una falta, recuperó cuatro balones y realizó cinco despejes. Fueron las cifras habituales de un fijo en los esquemas de Guardiola, Vilanova y Martino. Pero no se consuela. "Es un error mío, uno más y ya son varios. Duele bastante, hago mal un despeje. No se pueden cometer estos errores", lamentó el central con alma de centrocampista.
No es la primera vez que el internacional albiceleste escudriña su nivel de juego con esta 'autoexigencia'. Hace apenas un año, tuvo un inicio de temporada un tanto irregular, en el que salió en la fotografía del gol rival en un par o tres de ocasiones. La más sonada se vio en el partido de vuelta de la Supercopa ante el Real Madrid. El Barça empezó desordenado, nervioso, y el eterno rival lo aprovechó para asediar la portería de Valdés, en unos primeros 45 minutos en el que el entonces equipo de Tito Vilanova pudo irse al vestuario del Bernabéu con una sonada goleada. Era el minuto 11 cuando, en un balón largo de Ramos, Mascherano midió mal y dejó el balón franco para que Higuaín marcase.
El Barcelona perdió 2 a 1 y se le escapó el primer título de la temporada. Meses más tarde, 'el jefecito' reconocía, en una entrevista radiofónica, que su error en el Bernabéu era casi imperdonable. "Soy de los jugadores que se come la cabeza con sus errores, todo el día. Durante mi carrera me he exigido mucho. Hay errores que se pueden perdonar, otros como el del Madrid no se pueden permitir, al menos en este equipo", confesó en 'RAC1'.
Mascherano vuelve a "comerse la cabeza". Obsesionado con la perfección, su sinceridad es un valor venido a menos en un vestuario que, en el último lustro, lo ha ganado todo. Quizá su 'autoexigencia', a veces exagerada, puede servir de espejo para un equipo que parece haber perdido ese punto de excelencia que, antaño, lo hacían casi invencible.
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