"¿Niebla en pleno verano? ¡No me lo puedo creer! ¿A dónde hemos venido a parar?". Así recuerda Valeria Alcántara aquel día de mediados de agosto de 1996 en el que, desde la ventana de una de las habitaciones del hotel Samil, vio por primera vez un amanecer en Vigo. "Ya sé que para ustedes las niebla es algo muy habitual -aclara Valeria- pero para los brasileños es un fenómeno muy raro, y mucho más en verano. La verdad es que hasta me asusté". Con el tiempo, Valeria y su familia no solo se acostumbraron al neboeiro de la ría, sino que también acabarían por estar encantados de vivir en una ciudad que, dice Valeria, "en realidad, se parece mucho a Río de Janeiro: mar y montaña".

En Vigo, y para fichar por el Real Club Celta, aterrizaba un Iomar Nascimento, Mazinho, que a sus treinta años, una edad a la que, aunque para muchos futbolistas comienza la cuenta atrás, él estaba convencido de que todavía tenía muchas cosas que aportar en los rectángulos de juego. Había sido campeón del mundo con la selección brasileña en 1994 y había jugado dos temporadas en uno de los clubes punteros de la Liga española, el Valencia, del que salió poco menos que descartado, a "buen precio" para un Celta al que Europa le quedaba todavía muy lejos, como a él su Brasil. Pero aquel Mazinho ya era un tipo con callo y, sobre todo, un luchador, un guerrero, para el que el "volver a empezar" no era una experiencia nueva: ya había cruzado el charco, ida y vuelta, dos veces, primero para jugar en Italia y, después, en España: entremedias, un paso por el Palmeiras. Y es que Iomar do Nascimento nació en Santa Rita de Paraíba, una de las ciudades pioneras de la abolición de la esclavitud en Brasil, en la que, insólitamente, entre los deportes el fútbol rivaliza en afición con las artes marciales: Santa Rita es conocida en todo el país por sus campeones de taekwondo.

"El espíritu de lucha es algo que compartimos Mazinho y yo y que hemos querido inculcar a nuestros hijos, tanto para la vida como para el deporte", afirma Valeria que, además de madre, también es deportista, ex jugadora profesional de voleibol, 25 veces internacional con su país: "El deporte te vale para la vida -dice la madre de Thiago y Rafinha-, por eso yo siempre les digo a mis hijos que para llegar muy alto hay que trabajar mucho, que hay que entrenar como se juega, con ganas, y que una vez que alcanzas un nivel bueno, en vez de pararte y estar satisfecho, lo que debes hacer es trabajar todavía más de lo que lo has hecho hasta ese momento".

La familia Alcántara-Nascimento que descubrió la niebla en Vigo en aquel agosto del siglo pasado estaba formada, además de por el matrimonio, por el primogénito Thiago (que había nacido cinco años antes en Italia, durante la estadía de su padre en el Lecce), un Rafa de 3 años que era el incordio de la casa, y un bebé que acaparaba todas las atenciones y era responsable de los insomnios de mamá: Thaisa, la primera mujer de la prole Alcántara-Nascimento.

A sus cinco años, y con un balón rodando y rondando por cualesquier esquina del hogar, no era de extrañar que Thiago comenzase a demostrar, ante propios y extraños, que allí había lo que se dice genes de futbolista. Pero, a su lado, confabulando una gran atracción con un balón en los pies, y a sus tres añitos, Rafa no solo hacía las delicias de quienes los contemplaban, sino que incluso se atrevía a competir con su hermano mayor. Claro que, todo hay que decirlo, de eso ya se percataron, antes incluso que en Vigo, en Valencia, donde los empleados de la ciudad deportiva de Paterna que les observaban jugar entre ellos mientras su padre entrenaba, ya les habían puesto un apodo: los "Mazinyets". Al respecto de los meninos, escribía el periodista del diario Levante M. Romero: "El color de la piel, la altura, las facciones del rostro o la diabetes son algunas de las cosas que cada ser humano hereda de sus progenitores. Cada uno lleva en su ADN la impronta de sus padres, unos genes que determinarán si alguien tendrá los ojos azules, el cabello rizado o los pies grandes. La estirpe de los Alcántara-Nascimento lleva en sus genes un don especial, una cualidad envidiable que los hace destacar en el deporte por encima de los demás".

Años después, cuando Thiago estaba a punto de debutar con la selección española de fútbol, el que fuera su entrenador en las categorías inferiores del Ureca de Nigrán, Javier Lago, corroboraba aquella intuición del periodista valenciano, recordando las habilidades del primogénito cuando militaba en cadetes: "Estaba sobrado de recursos. Era capaz de imitar a la perfección cualquier jugada que se hubiese realizado el fin de semana anterior en un partido de primera. A mí me dejó sentado muchas veces, aún sabiendo por donde iba a salir con ese regate. Hacía cosas que no le he visto a nadie". "Ha nacido para jugar al fútbol-confirma el presidente del club nigranés, Juan Díaz-. Destacaba por encima de todos, técnica, físicamente y por su madurez".

Thiago y Rafa llegaron al Ureca, un club fundado por empleados de la, por aquel entonces, Caja de Ahorros de Vigo, en una etapa en que su padre mantenía unas relaciones un tanto frías con el Celta. Tras colgar las botas en el Elche, Mazinho ha confesado al respecto que se llevó a sus hijos al club nigranés porque en el Celta le dijeron que tenían el cupo de fichas cerrado para las categorías menores. En fin, desencuentros de la vida que han sido felizmente solucionados.

El caso es que Mazinho se presentó en las instalaciones del Ureca con un hijo colgado de cada mano: del mayor quería que continuase su proyección como "centrocampista muy técnico" y, del segundo...¡A ver qué se podía hacer con aquel chaval que quería ser portero!

Y como portero, un puesto maldito en la cultura futbolística brasileña, comenzó en los alevines del Ureca un Rafinha al que muy pronto la portería se le quedó estrecha, y eso que, en palabras de Javier Lago, "era muy buen cancerbero, incluso llegó a la selección de Vigo". El segundo Alcántara tardó menos de un año en averiguar que donde de verdad era bueno, donde quería estar y , encima, donde todos los que le había visto alguna vez con el balón en los pies, deseaban verle era regateando, corriendo, desbordando, dando pases....¡y marcando goles, qué carajo!

Con el porvenir aguardando en el horizonte, llegó la Hora H para la familia Alcántara: los chavales destacaban tanto que Vigo se les hacía pequeño y Mazinho, sopesando ofertas, procedentes de Inglaterra e Italia, eligió Barcelona y una nueva casa para sus hijos, La Masía, una casa en la que, no obstante, ya no podrían estar papá y mamá. "Fue uno de los momentos más dolorosos de mi vida -recuerda Valeria Alcántara- Era muy consciente de que si mis hijos querían triunfar ese momento, el momento de separarme de ellos, de no poderlos tener en casa, tenía que llegar....y llegó,". "Y por si fuera poco -confiesa- la marcha de mis hijos coincidió con los trámites de separación de mi matrimonio. Yo llegué a sentir a que mi familia, la familia que había formado, se rompía en mil pedazos, pero...Ya ve que la vida es dura unas veces y dulce en otras. Ahora, con Rafinha en Vigo, con Thiago muy contento y deseando triunfar en Alemania, donde podrá jugar más partidos, estas semanas han sido también de las más felices de mi vida. Y, bueno, la gente nos ve felices y eso es importante, pero que nadie piense que todo esto ha sido fácil. Ni mucho menos, es la vida misma: para triunfar hay que sufrir".

Desde su llegada al Fútbol Club Barcelona, -"más que un club", presumen sus seguidores-, la vida de Thiago y Rafinha comenzó a sentir eso que llaman "presión mediática". Precedidos de su fama en Vigo, hijos de quien eran, y con sobradas referencias de los ojeadores azulgranas que los habían ido a ver expresamente a Nigrán, era normal que los hermanos Alcántara sintiesen casi siempre, cual aliento en la nuca, el foco de una cámara o la sombra de un micrófono. Pero así como a otros, esta situación acaba por estropear sus carreras y romper sus sueños de gloria, Thiago y Rafa demostraron estar los suficientemente preparados para lo que se les venía encima, la fama. Ya lo anunciaba, a principios de 2011, el periodista Roger Torelló en crónica publicada en Mundo Deportivo: "Dos de las perlas de la inagotable cantera azulgrana llevan el mismo apellido: Alcántara. Ambos, además, son hijos del mítico Mazinho".

A más de uno se le hubiesen subido a la cabeza las líneas que ya se habían escrito sobre ellos antes siquiera de que hubiesen obtenido sus primeros triunfos. Pero este no era el caso de los Alcántara, seguramente por los consejos que habían recibido de sus padres, por el "espíritu de lucha" , por el "entrenar como se juega"....pero también por un manera de la ver la vida que nos desvela Valeria cuando le sugerimos la posibilidad de que, acaso, tantos sueños de gloria pudieran frustarse por cualesquier adversidad: "Te lo digo de verdad y ellos lo saben. A mí no me preocuparía que Thiago y Rafa no llegasen a la cima. Lo que me importa es que sean felices porque ellos ya son conscientes de que, pase lo que pase, deben disfrutar y sentirse muy felices por lo que han conseguido hasta hoy y, además, ellos como yo saben que la vida, para bien y para mal, está llena de sorpresas. Que la vida, en sí misma, ya es toda una sorpresa".

"Rafinha es quien más se parece a mí, es el más brasileiro..."

A quienes conocen de cerca a Thiago, no sorprenderán para nada estas palabras de su madre: "Desde luego, además de amante del deporte, Thiago siempre fue un buen estudiante. Particularmente le gustaban las Matemáticas, la Física y la Química, y su expediente está lleno de sobresalientes". ¿Y Rafinha?, le preguntamos, y ella sonríe: "Bueno, Rafa lo de estudiar nunca lo llevó muy bien pero, eso sí, aunque con aprobados raspados, siempre consiguió sacar todos los cursos adelante".

También, aunque de caracteres aparentemente semejantes, Valeria sabe que "Thiago quizás sea más introvertido, lo que pasa es que, claro, lleva genes brasileños, y es muy difícil decir que un brasileños es introvertido ¿no? A mí lo que me parece es que Thiago viene asumiendo cada vez más que él es el hermano mayor, que él es el que sustituye a su padre cuando Mazinho no está, así que no me extraña que digan que, aunque como futbolistas son muy diferentes, en carácter se parece mucho a su padre. No sé como explicarlo en español pero, en portugués, tenemos una expresión. Thiago, como su papá.siempre mira lo que otros no miran, siempre está con un pie detrás".

¿Y Rafinha?, volvemos a preguntar: "Rafa digamos que es más como yo, más brasileiro, usted comprende ¿no? Pero eso no quiere decir que no sea responsable: cuando hay que trabajar, Rafa trabaja y es tan responsable como el que más". De este brasileirismo del que habla Valeria ya ha dado suficientes pruebas Rafinha, empezando por su decisión de renunciar (al menos de momento) a jugar en la selección absoluta española esperando una llamada de la brasileña.

En su twitter, el nuevo fichaje del Celta utiliza el idioma que aprendió de sus padres más que el español, que es en el que habla normalmente ("Volvo a casa", escribió cuando se oficializó su cesión al club vigués) y, aunque no llega al exhibicionismo musical de Neymar "porque, lo quiera o no, por algo ha sido educado a la europea", en su repertorio de gustos musicales la samba ocupa un lugar prominente". Tan brasileirizo se muestra Rafinha que, en la familia, hasta le gastan bromas. Por eso Thiago, el día del partido entre España y Brasil, colgó de su twitter una foto ante el televisor en la que figuran varios amigos, su padre y su hermano, con un comentario-pregunta: "Mis amigos y yo vamos a ver el partido y animar a España, pero se nos han colado dos brasileños. ¿ Adivinais quiénes son?"

Por su parte, Valeria Alcántara ya comienza a practicar la respuesta que dirá cuando, en disputa de un España-Brasil, con Thiago en la alineación española y Rafinha en la brasileña: "¿Qué con quien iría yo, con cual torcería...? Pues con el equipo que jugase mejor (risas) Si se diese el caso, a mí lo que menos me importaría sería el resultado, en lo único que me fijaría sería en cómo jugaron mis hijos, en si lo hicieron bien o si lo hicieron mal".