La jornada vivida el sábado en Balaídos será difícil de olvidar para todo el celtismo, que veía como el milagro que se necesitaba para continuar en Primera División se hacía realidad pese a las adversidades. Los célticos no solo peleaban contra sus rivales, sino contra la historia, ya que nunca antes desde que se modificó el sistema de puntuación y las victorias pasaron a valer tres puntos, en la temporada 1995-1996, un equipo había sido capaz de remontar cinco puntos (cuatro más el goal average). Tampoco, en todos estos años, ningún colista a falta de dos jornadas había logrado la proeza de superar a tres rivales para garantizarse una plaza en Primera. Milagro por partida doble.
El conjunto céltico, tras perder con el Betis el Benito Villamarín, llegaba a las dos últimas jornadas con 31 puntos, por debajo del Mallorca (32), Zaragoza (34), Deportivo (35) y Osasuna (36). La estadística le concedía únicamente un 4% de opciones de salvarse, ínfimas posibilidades que los de Abel Resino se han encargado de desmontar, con un sprint en el tramo final para salir a flote.
Los vigueses necesitaban sumar los seis puntos en juego y esperar al menos, un tropiezo del Mallorca y otro del Zaragoza, y dos de Deportivo y Osasuna. El calendario propicio del Celta, que se medía a dos rivales que no se jugaban nada, llenaba de moral a la plantilla, que quería apurar hasta el final sus opciones, consciente de que sus rivales se medían a equipos más potentes que podía inclinar la balanza hacia los célticos.
En la penúltima jornada, el Celta hizo dos tercios del trabajo. Cumplió con sus deberes en el José Zorrilla, lo que sumado al empate del Mallorca ante el Atlético de Madrid y la derrota de Zaragoza y Deportivo contra Athletic de Bilbao y Málaga respectivamente, le permitió superar a bermellones y aragoneses y situarse en la antepenúltima posición de la clasificación. Osasuna fue el único que salió de la quema remontando ante el Sevilla, por lo que Deportivo, Celta, Zaragoza y Mallorca se jugarían en la última jornada el único puesto para continuar entre los mejores.
Solo los coruñeses dependían de sí mismos. El Celta veía como sus posibilidades crecían hasta el 22% mientras que las de su eterno rival eran del 55%. Todavía quedaba mucho por hacer. Las cuentas pasaban por ganar al Espanyol y que los herculinos no lo hicieran ante la Real Sociedad. Los vigueses tardaron quince minutos en abrir el marcador. En ese momento, gracias al empate en Riazor, abandonaban los puestos de descenso por primera vez desde que cayeran a ellos en la jornada 23, el sábado 2 de febrero tras caer en Pamplona ante Osasuna. Desde aquel encuentro, el Celta quedó instalado en el pozo de la tabla. Le valió con estar fuera 75 minutos en el día decisivo, en el que la victoria de la Real Sociedad dejó sin opciones al Deportivo.
El milagro era ya una realidad, el Celta se enfrentó a la historia en duelo y la derrotó. En el recuerdo quedará como la permanencia del 4%, aquella en la que los vigueses solo necesitaron 37 puntos, una puntuación que solo le había servido al Málaga hace tres temporadas. De la muerte a la resurrección en dos semanas inolvidables.