A Quique no se le va de la cabeza la resolución del drama. A distancia sólo se conoció a través de la radio. Tiempo muerto a diez segundos del final, bajo amenaza de pasivo. El técnico introduce a Fran González como portero-jugador. El asturiano debe efectuar un cruce largo con Dasilva, que buscará a Cacheda y éste prolongará hasta Cerillo. El extremo saltará y decidirá si finaliza o cuelga un fly. Cacheda avisa a Dasilva de que el marcador de Cerillo, Saubich, puede salir a taparle a él. Dasilva quiere conectar directamente con Cerillo pero Saubich, que está en su sitio, intercepta y marca de campo a campo. Ya no importa lo que suceda en Aranda, donde el cuadro local gana a Frigoríficos de dos. El Octavio ha descendido.

Domínguez explica cómo se gesta su decisión y todo cobra sentido. Su apuesta empieza a mascarse tras la victoria sobre el Ciudad Encantada y el examen de la situación clasificatoria. Sabe que la permanencia se moverá en márgenes estrechos. Aligera la carga de trabajo de la semana. "El equipo está al límite", indica. Se centra en situaciones especiales: superioridades numéricas; inferioridades numéricas, que en ataque se jugarán con portero-jugador ("con peto", se dice en el argot) y esa última jugada final.

La llaman la "diez" porque precisamente dura esa cifra concreta de segundos. El equipo la trabaja al final de cada sesión: miércoles, jueves, el viernes ya en la pista oscense... El sábado, en la charla técnica, vuelven a dibujarla en la pizarra. En realidad, forma parte del libreto. La pusieron en práctica en Guadalajara perdiendo de uno. Entonces funcionó bien y no se concretó en el marcador porque los árbitros se comieron un claro penalti sobre Polakovic. La "diez" se juega con peto porque ese efectivo extra obliga al equipo rival a hundirse en el 6.0.

Pero el empate puede llegar si el Villa de Aranda gana al Frigoríficos. ¿Por qué entonces? Afirma Quique: "Siempre hay un componente de riesgo que quizás no valoré suficientemente. Lo que valoré es que se daban las circunstancias para jugárnosla y no depender de nadie. Quería acabar el partido ganando y en Aranda el marcador estaba incierto. Era la 'diez'. Quedaban diez segundos. Estaba supertrabajada. Confiaba ciegamente en que podía salir".

Durante el corrillo del tiempo muerto previo recaban información sobre lo que pasa en Aranda. "Siempre hay confusión", aclara Domínguez. Les hablan de que allí restan diez minutos y no ocho. En todo caso, el empate salva a los burgaleses y al Frigoríficos si el Octavio no gana. La hipótesis del pacto se impone. El Villa de Aranda, aunque en ventaja, no querrá arriesgarse a que los cangueses remonten. Javier Rodríguez es claro al respecto: "El partido no estaba amañado ni nada. Pero si un partido de fútbol, por ejemplo, tiene que acabar 0-0, acaba 0-0. Faltan ocho minutos y le vale a los dos el empate. Ni Dios sabe qué hubiera pasado".

"La jugada estaba preparada. No salió. Es el dolor que tenemos...", acierta a decir Quique antes de que la emoción se le atragante. Continuará después cuando le pregunten si volvería a decidir lo mismo. "Creo que sí", responde, aunque admite: "No me la saco de la cabeza. Es inevitable pensar que podríamos estar de celebración si lo hubiésemos hecho de otra manera". Rodríguez disipa la tensión con humor: "Una vez que sabe el resultado, no. Es un cabeza cuadrada".

Existen otras controversias en el relato de esa última jornada. El Valladolid gana de forma holgada al Atlético, en cuya plantilla y cuerpo técnico figuran varios exdiscípulos de Pastor. "De 100 partidos, el Atlético gana 101. Pero no nos afectaba", se consuela Rodríguez. El average con el Octavio favorecía a los pucelanos.

Molesta más el desajuste en los partidos. Un problema con las equipaciones locales permitió que el Villa de Aranda-Frigoríficos empezase con retraso. Desventaja informativa letal para el Octavio. El desfase no se corrigió al descanso. "Estamos en División de Honor B porque somos unos primos, por no decir tontos", afirma Rodríguez. "Al terminar el partido hablé con el presidente de la Federación Española. Según la normativa todos los partidos tienen que empezar a la misma hora, tanto la primera parte como la segunda. En la última jornada de fútbol hubo un intervalo de diez segundos como mucho". Si fuese así en lo que tocaba al Octavio, "balón a la grada y estaríamos en Asobal". La Federación ha abierto una información. "En el futuro esperan que esto no vuelva a suceder. A nosotros eso no nos vale". Concluye el jerarca rojillo: "Somos demasiado buenas personas. No parecemos españoles por la picaresca, sino portugueses. Independientemente de que cada uno juegue sus bazas".