El Celta femenino y el Voleibol Vigo son instituciones de prestigio y currículo glorioso en sus deportes. El club celeste, siendo Bosco institucionalmente, ganó dos Ligas (1999, 2000) y una Copa de la Reina (2001). Palmarés que se multiplica como heredero de aquel Celta Citröen de los setenta y ochenta (tres títulos más de cada). Disputar torneos continentales era lo común e incluso, siendo su derecho, hubo que renunciar a ello cuando se inició la carestía. El Vigo es el equipo que más temporadas acumula en la máxima categoría del voleibol español. Aunque sin más entorchados que los autonómicos, se movió entre la aristocracia cuando el patrocinio de Elías Alonso Riego y especialmente con Larsa, siendo asiduos de las competiciones europeas.

La nómina de estrellas de esos años es amplia. En el baloncesto, Cebrián, Grande, Xantal, Valero, Mujanovic... Igual en el voleibol. "La diferencia es grande. Aquel Larsa llegó a tener hasta tres extranjeros. El cincuenta por ciento en el campo como titulares", confirma Guillermo Touza. "Dos eran dos monstruos del voleibol, Javier Gaspar y Krimo Bernaoui, dos grandes jugadores y dos grandes personas. Teníamos un gran respaldo económico por parte de Larsa. Nos hacía apostar por mejorar el equipo. La situación ahora es completamente distinta".

Pero no es inferior el orgullo que sienten como dirigentes cuando contemplan a los jóvenes herederos de esas figuras. Touza afirma: "La gente de nuestra cantera va a ocupar los puestos de titulares. Ya lo están haciendo. Y van a hacer de extranjeros todos los jugadores de Vigo. Es una satisfacción saber que de la base salen al primer equipo". Paco Araújo añade: "Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto viendo al equipo como este año. Ves que ha merecido la pena todo el trabajo que se ha hecho y te reconforta la ilusión de las niñas".

No se niega que el espectáculo fuese entonces de superior calidad al actual. Se percibe en la asistencia a los partidos, más modesta. Pero a la vez, más auténtica. "Yo he notado una simbiosis más fuerte del público con el equipo", esgrime Araújo.

Es lo que va del espectador o aficionado de ocasión al hincha comprometido. "El público es triunfalista", sostiene Touza. "Cuando el equipo gana llena el pabellón. En los años 94, 95 y 96 tuvimos que llevar algunos partidos del pabellón de Coia al Central porque no nos cabía la gente. Llegamos a meter contadas más de 1.500 personas. Todo porque el equipo ganaba, arrastraba, se metía en competición europea. Ahora hay mejor sincronización con el público, que es el de casa, el que viene a ver a los suyos. Si pudiésemos sumarle más victorias, sería fenomenal. Pero estoy safisfecho de lo que han hecho los jugadores y marca un futuro muy halagüeño de lo que pueda pasar en dos o tres años".