Contra la crisis, cantera. Es la fórmula que aplican el Celta femenino de baloncesto y el Club Voleibol Vigo. Ambas entidades inyectaron juventud a sus plantillas en la campaña recién terminada. Una reestructuración que ha incluido el debut de menores de edad en competiciones de exigencia profesional. Y que se ha saldado con éxito. Los dos equipos han logrado la permanencia. Los dos encuentran en esta apuesta su viabilidad.

El Celta decidió dar un paso atrás para cobrar impulso. Renunció a su plaza en Liga Femenina. En la plantilla solo incluyeron a una extranjera (Diata) y escasas aportaciones foráneas (Noelia, Quirante). Déborah Rodríguez, a sus 24 años, ha ejercido de capitana en un vestuario de veinteañeras e incluso menos: Loureiro y Centeno tienen ahora mismo 19, Canella acaba de cumplir 18, Iria Varela está en 16 y María Araújo, en 15. "Para la temporada que viene la idea que tenemos es rejuvenecer incluso más el equipo", anuncia el presidente, Paco Araújo.

Con estos mimbres, la escuadra dirigida por Carlos Colinas ha sido capaz de quedarse en la frontera del play off de ascenso. Que no se contempla a corto plazo. Araújo explica: "Estaremos los años que sean necesarios para que en un momento dado, si cambian todas las circunstancias, se pueda competir en Liga Femenina con un setenta por ciento de gente de la casa". Dice de las adolescentes: "Han hecho una temporada estupenda. Empezaron con los nervios lógicos. Tuvieron un papel importante en toda la liga. Dentro de un par de años estarán curtidas para jugar al más alto nivel".

El Club Vigo tiene matices propios. El primer equipo sí salió a competir en Superliga, donde quedó penúltimo. Salvado en consecuencia, y con una mezcla más extrema en la plantilla comandada por el entrenador-jugador Eduardo Sánchez: seis veteranos, muchos de ellos recuperados para la batalla, y seis juveniles. "Cinco de los cuales eran de primer año (nacidos en 1996). Han rendido a un nivel muy alto para su edad y ayudando muchísimo a mantener la categoría", dice Touza, a quien la situación no resulta nueva. "Volvemos a la década de los ochenta, donde había una situación económica parecida, con muchas dificultades para encontrar patrocinadores o mejor dicho colaboradores, que es lo que ahora buscamos".

La solución no se ha improvisado. "Se pudo hacer porque llevamos bastantes años con una programación para que el equipo, en un periodo de tiempo determinado, pudiese jugar en Liga Femenina con niñas de aquí", recuerda Araújo. En el Vigo ya intuían que estaba a punto de eclosionar una camada talentosa. "Hay un respaldo muy grande por parte de las categorías base. Son los que nos animan y nos obligan a apretar", reconoce Touza.

Al final, son los propios jugadores los que se han atrevido a dar el paso. "Haber jugado en Superliga es un sueño realizado ya. Y una experiencia muy gratificante", comenta Pablo Alonso, mayor entre los suyos porque estudia un ciclo medio. Pablo Penedo, aún en el bachillerato, reconoce: "Nosotros aprovechamos de alguna manera la mala situación del voleibol tanto en Vigo como en España". Ya puestos, quieren exprimir esta posibilidad "al máximo". Con dos caminos en la bifurcación: "Para que el día de mañana podamos seguir formando nosotros parte del equipo y no haga falta de tirar de talonario"; o con una alternativa más complicada, pero a la que no renuncian, dice Óscar Sánchez: "Entrenamos para ser profesionales de esto y vamos a intentarlo". Si bien aceptan que esa aspiración pasa seguramente por emigrar: "Si la cosa sigue igual, habrá que irse a jugar a Italia, Polonia, Turquía?", dice Penedo, enumerando destinos. "Será bastante difícil. Mejor buscarse un chollo por si acaso".

Las fichas también se están reduciendo en la Liga Femenina. "Me gustaría dedicarme a esto, pero lo veo un poco complicado", reflexiona Iria Varela. Junto a ella están Carla García y Marta Cabaleiro. De solo 13 años, pero en realidad a las puertas del primer equipo. "Queremos llegar hasta arriba del todo", establece Carla. "Nosotras jugamos sobre todo porque nos gusta. Lo otro nos quedan lejos", afirma Marta.

Habitan entre dos mundos. El de los mayores, compañeros de vestuario. "Me he sentido muy integrada", aclara Iria. Y el de sus coetáneos. "El voleibol no es como el fútbol, que tiene más fama. Pero la gente que entiende o los muy amigos sí valoran lo que estamos haciendo", informa Alonso.

Han de afrontar la doble exigencia de deporte y estudios. "Es complicado", admite José García, padre de Carla. "Deben tener mucha fuerza de voluntad. Las mentalizamos para que lleven las dos cosas emparejadas". Araújo lo promueve: "Saben que tienen que prepararse y hacer lo que sea menester. Pero el deporte les ayuda en todos los aspectos. Y pueden vivir experiencias como viajar".

Las directivas están satisfechas. Araújo se muestra optimista: "El camino emprendido puede llegar a un buen puerto". Touza concluye: "El futuro está ahí".