Cacheda tenía el rostro nublado cuando concluyó el derbi en As Travesas. A Cerillo le asomaban las lágrimas a los ojos. El presidente del Octavio, Javier Rodríguez, repartía abrazos de consuelo entre sus chicos como en un funeral. El pesar era común. El equipo se sentía descendido tras la debacle a manos del Frigoríficos (23-28). El pasado sábado, en Aranda, los académicos se abrazaban con júbilo en medio de la cancha. Habían logrado una clara victoria (27-33) en una de las canchas más duras entre las humildes de Asobal, llena a reventar como siempre. El resultado los resucita en la pelea por la permanencia. Dos semanas, con parón liguero de por medio, separan ambas escenas. Días de trabajo físico, técnico y táctico. Pero también de intensa rehabilitación mental, gestionada por el psicólogo deportivo Diego Núñez.

Núñez, entrenador del Amfiv de baloncesto en silla de ruedas durante varias temporadas, se tomó un tiempo en su Barcelona natal para completar sus estudios de psicología. Cursó un master en inteligencia emocional y programación neurolingüística. Ha regresado a Vigo y lleva toda la temporada trabajando como "coach" del Octavio.

El estado depresivo que el derbi había provocado le planteó un reto. Núñez dibujó un programa de recuperación en varios pases. Los jugadores rumiaron en la intimidad su dolor durante tres jornadas de descanso, del viernes al lunes. El martes por la tarde debían regresar a los entrenamientos. El entrenador, Quique Domínguez, y Núñez los reunieron ese mediodía en una comida organizada en una sala privada del Aero Club. "Fue una sesión de grupo. Ahí se abrió el debate", explica.

Núñez quería que cada jugador admitiese el fallo como parte del juego. El propio y el del compañero. Había que reparar los vínculos dañados. Tras ese ritual inicial, un tratamiento sostenido: la plantilla creó un grupo de WhatsApp, aplicación telefónica que permite el diálogo en grupo mediante mensajes. Núñez gestionaba la conversación, canalizándola hacia los puntos que interesaban.

El grupo reacciona entonces. Se activan sus mecanismos. Es un vestuario poliédrico, con jugadores en puntos opuestos de sus biografías deportivas. Fran González es el líder principal y ejerce como tal. Arkaitz Vargas también tiene peso. Las heridas van sanando conforme se acerca el viaje a Aranda. Renace la esperanza, que se concretará en un encuentro excelso.

Núñez también trabajará individualmente con algunos jugadores. Pero según la rutina que ha establecido. Núñez empieza desde lo colectivo. Argumenta: "Prefiero que sea voluntario que el jugador venga a ti. De esta forma es más receptivo".

El Octavio afronta ahora una situación muy diferente. Vuelve a pelear por la permanencia con todas las opciones en su mano. El partido de este domingo contra el Ciudad Encantada es una final, al nivel que lo fue el derbi. Con sus mismos riesgos. "Se corre el peligro de la sobreactivación, de la sobremotivación. Fue lo que nos pasó ante el Cangas, que históricamente ha dominado los derbis", analiza Núñez. "En esas situaciones, el jugador que se siente decisivo tiende a arriesgar más de la cuenta y el introvertido no se la juega. Necesitamos encontrar un rendimiento óptimo".

En tal sentido, el psicólogo considera que el Octavio no necesitará arengas épicas antes de medirse al Ciudad Encantada. Asegura: "Es un partido en el que no necesitas motivar al jugador, sino ponerle los pies en la tierra. No debemos salir dormidos, pero tampoco pasarnos". Al equipo habrá que recordarle "que el objetivo es el juego. Porque si el objetivo es el resultado y el rival se te va en el marcador, ¿qué te queda? Hay que ponerse metas a corto plazo".

Coincide además que el Octavio, con sus urgencias, se medirá a un adversario que ya no tiene exigencias clasificatorias. "En esta situación, uno juega más suelto. No tiene intranquilidad si falla. Pero a la vez, si el resultado está apretado, el rendimiento mental va a la baja. Le pides un esfuerzo a tu cuerpo y el cerebro se pregunta para qué", de lo que Núñez concluye: "Si el partido está igualado, nos lo llevamos".