Mireia Belmonte y Bea Gómez tienen el don de hacer fácil lo difícil. Incluso convertir la excepción en rutina. El Open de Pontevedra fue un mano a mano entre ambas. Entre la reina actual de la natación española y la que está llamada a ser su sucesora natural. Ayer lo volvieron a hacer. Primera y segunda en 200 estilos con mínima para el Mundial de Barcelona con 2.10.67 y 2.12.09 (récord gallego), aunque esta vez ambas se vieron superadas por la húngara Szuszanna Jakabos (2.10.35). Sexto y tercer pasaporte para la Ciudad Condal en una última jornada en la que Belmonte también había conseguido la mínima en 400 libres junto a Melanie Costa, Marina García en 200 braza, Duane da Rocha en 100 espalda y Rafa Muñoz en 50 mariposa con una espectacular mejor marca mundial del año: 23.27.

Tan normal es para Bea Gómez lo que hace que ayer estaba tranquilamente en las gradas minutos antes de su final de 200 estilos. Cuando llegó su momento, chocó la mano con sus compañeros de equipo del Galaico. Todos la animaban, pero ella aseguraba que no le importaba la marca, que lo esencial era hacer la mínima. Cogió sus cosas y con una madurez impropia de sus 18 años se dirigió a la cámara de salidas. Ni siquiera ella se imaginaba lo que iba a pasar por más que de tantos éxitos ya empiece a acostumbrarse. Cada vez que se tira a la piscina se supera y a pesar del cansancio acumulado, lo mejor se hizo esperar hasta el último día. Con una final de lujo con una habitual de los podios europeos como Jakabos y con la súper estrella Mireia Belmonte no desentonó. No solo logró la mínima sino que batió su récord gallego, una marca que tenía desde el pasado Open de Málaga, donde se había clasificado para los Juegos de Londres.

"Desde ese día nunca más me había podido acercar a mi marca. Estoy sorprendida y orgullosa de haber sido capaz de hacerla hoy, con todo el cansancio acumulado de los últimos días", declaró ya acostumbrada a que estos días a los focos y los micrófonos. Quizás ese mejora se debió al parcial de crol, el más veloz de su vida. Terminó en 30.40 segundos. Nunca había bajado de 31 como confirmó al final de la competición su entrenador Pepín Rivera. "Voy a nadar tres pruebas en el Mundial pero quizás la que me ha dejado más huella es el 800 libres, porque no me lo esperaba para nada y significó bajar muchos segundos mi mejor marca", agregó a forma de resumen.

La gallega demuestra día a día que también se pueden hacer grandes cosas desde el rincón noroeste de la península. "Si se quiere, se puede", declaró casi como un slogan de una marca de ropa deportiva. Pero no aclaró si seguirá mucho más tiempo en su base de Pontevedra. "Hasta el Mundial seguiré con la preparación en Pontevedra, después ya se verá porque hay algunas ofertas y tengo que estudiarlas". En definitiva, aunque haya conseguido con su esfuerzo personal estar a la altura de nadadoras catalanas y madrileñas, que copan la selección española para el Mundial, es cierto que dispone de muchos menos medios que ellas para su día a día. Y los milagros, aunque ella los haga cotidianos, no suelen pasar muy frecuentemente.