Celta y Deportivo se juegan la permanencia en Riazor a escasas jornadas del final. En el Celta acaba de eclosionar una generación canterana. Recién llegada a Primera División, paga el lastre de su inexperiencia. Los malos resultados le han costado el cargo al entrenador. Es el derbi del 15 de marzo de 2013. Es el derbi del 5 de abril de 1970. Aquel está por escribir. Este tuvo final feliz para el celtismo, con un gol de Cesáreo Rivera que salvó a los vigueses a la vez que condenaba a los blanquiazules.

"Guardo un recuerdo muy grato de aquel día, claro", recuerda Rivera, otra vez afincado en su Carballiño natal. Es uno de los grandes. Celtista desde niño, el Ourense prefirió venderlo al Sevilla en 1960 por dos millones y medio de pesetas. Un lustro después llegó la llamada celeste. "Tenía la oportunidad de seguir en el Sevilla, pero yo tenía el Celta entre ceja y ceja", explica. El club olívico vivía en los sesenta su década ominosa. Estando en Segunda, se gastó dos millones en fichar al ourensano como pieza central del proyecto de resurrección. El destino jugó sus bazas. Antonio González, presidente del Deportivo, llamó escasos minutos después. "Lo siento", le contestó el jugador, que ahora aclara: "En igualdad de condiciones no había duda para mí".

Tardó en cuajar aquel Celta. El ascenso le costó a Cesáreo cuatro campañas. Aunque su rendimiento cuadraba con lo pagado en el traspaso, "una cantidad desacostumbrada para la época". En la Liga 67-68 fue el único que disputó los 30 partidos, añadiéndoles la cifra de 19 goles que le granjeó el "pichichi" de Segunda. Era el carballiñés un medio creativo y con llegada. "Me gustaba el centro del campo. Es donde se cuece todo", afirma.

Al fin, en la temporada 68-69 llegó el ascenso, en segunda posición por detrás precisamente del Sevilla. Al grupo liderado por Césareo se había unido una prometedora camada, que el exjugador recita: "Costas, Lito, Félix, Manolo, Rodilla...". Él compartía la medular con "gente muy buena, como Juan Fernández, Castro o Almagro".

La mudanza a Primera, sin embargo, se le atragantó a aquellos talentos imberbes. Rodrigo Alonso destituyó a Roque Olsen. Lo reemplazó por Juanito Arza. "Roque era un gran entrenador, pero muy serio, muy rígido. El equipo jugaba con miedo", relata Cesáreo. "A Arza lo conocía de Sevilla. Al llegar, me preguntó mi opinión. Le dije que teníamos futbolistas de mucha calidad, a los que les faltaba confianza. Juan nos la dio. Lo que nos inculcó fue moral".

El derbi era el antepenúltimo encuentro ubicado en el calendario. Descendían tres en una competición de dieciséis. Mallorca y Pontevedra estaban descolgados. Faltaba una posición fatal por rifarse. "Era un partido a vida o muerte. El que perdía bajaba. Lo sabíamos", anticipa.

El viejo Riazor amaneció abarrotado, con presencia nutrida de celtistas. "Al llegar a A Coruña nos insultaron. El ambiente era de tensión. Pero no como ahora, que todo se ha pasado de rosca", explica.

Existen imágenes de NO-DO sobre el encuentro. Un resumen narrado por Matías Prats. "El partido fue muy poco brillante. Hubo muchos nervios y gran tensión", afirma con su inconfundible voz en esa joya de archivo. Menciona un disparo al larguero del Deportivo. Y fija el instante decisivo: "42 minutos. Falta contra el Coruña. La saca Rivera y gol". Preciso, sin aditivos.

Cesáreo le añade detalles a uno de los momentos mágicos de su carrera. "Era falta indirecta. Me la toca Costas. En las faltas directas puedes calcular y calibrar. Marqué bastantes goles así. Pero en las indirectas no es tan fácil". Confiesa, o sea: "Le pegué a lo que saliera". Y le salió un balón raso, que se coló por debajo de la barrera y trotó como un conejillo asustado hasta colarse por la base del palo.

El Celta supo defender la renta en la segunda mitad. "La fiesta en el vestuario fue una locura. Después, en Ordes, paramos a celebrarlo con los aficionados que habían viajado". Previamente se habían detenido en un restaurante y Césareo procedió allí a afeitar al médico, que había prometido días antes ignorar la cuchilla hasta concluido el encuentro. El Celta culminaría posteriormente la permanencia venciendo al Pontevedra.

Aquel proyecto maduró en ese duro trago. La ruleta giró a su favor. Ese mismo equipo, con apenas algún refuerzo como el portero Gost, un año después se clasificaba para la Copa de la UEFA. Cesáreo Rivera, que se retiró en 1972, dejando a la escuadra viguesa bien asentada en la élite, espera para la plantilla actual el mismo desarrollo. "Será un partido complicado", intuye Rivera del derbi inminente. "El Celta ha jugado mejor que el Deportivo durante toda la temporada. Pero obras son amores. Necesitamos puntos para recuperar la confianza que se pierde al caer en el pozo. Yo le tengo confianza al equipo. Si ganamos en A Coruña habremos dado un gran paso".