El Celta recibió ayer un sonoro tortazo a deshora, cuando el equipo saboreaba un punto arrancado a sangre y fuego ante un excelente Valencia tras un duelo lleno de complicaciones y a las que el grupo de Herrera había respondido con cierta solvencia. El partido le dejaba buenas noticias a las que agarrarse en el futuro, pero en el último suspiro, cuando se cumplían los tres minutos de descuento, Valdez conectó un cabezazo tras un excelente centro de Joao Pereira para sumir al Celta en una evidente depresión. Se repetía la historia del choque ante el Betis, otro ramalazo cruel para un grupo que había respondido con orgullo a la presión que suponía afrontar el partido en puestos de descenso. Lo estropearon en la última jugada, una acción en la que el Valencia tradujo en el marcador la superioridad que mostró en los últimos veinte minutos del partido, cuando el Celta se desplomó físicamente. Un palo que va a poner a prueba la capacidad de este equipo para sufrir.

Aunque en la víspera había muchos ojos puestos en él, la figura de Herrera -ayer en la grada cumpliendo su segundo partido de sanción- estuvo fuera del debate desde el momento en que anunció la alineación. Jugaron los que casi todo el mundo esperaba y deseaba. Allí estaba Orellana -recibido por Balaídos como si sus cortas piernas escondiesen por sí solo la permanencia-, Aspas, Augusto en la banda que es donde más seguro se siente, Khron-Dehli y el doble pivote que forman Alex y Borja Oubiña. Todo en su sitio, sin pensar en el rival, sino en explotar las mejores condiciones del equipo algo que hizo más evidente la presencia en el equipo inicial de Orellana. Fue un torbellino, un agitador del juego de ataque del Celta. Nada que ver con el alicaído futbolista deprimido en Granada. El chileno regresó a la vida del Celta como si nunca se hubiese ido. Su presencia hizo mucho más reconocible a los de Herrera que se dejaron llevar por la música que tocaba el pequeño delantero. Fue como un pequeño salto en el tiempo. Era el Celta de hace unos meses en Segunda, con esa misma ansia por gustarse, pero con la calidad que ha dado el salto a Primera División.

Orellana cambió un partido que en el primer cuarto de hora había ofrecido a dos equipos decididos a no conceder un metro al rival. Presión exagerada, veinte futbolistas en treinta metros, lucha encarnizada por el balón dividido, pelotas en largo hacia los centrales rivales. La nada absoluta, el atroz miedo a cometer un error que condicionase el resto de la tarde. Pero entonces cayó un balón junta a la banda izquierda, la recogió Orellana, tiró un regate y envió en largo a Khron-Dehli que puso un centro al que a punto estuvo de llegar el chileno de nuevo. Fue el toque de corneta que necesitaba el Celta para liberarse de cualquier clase de temor. A su llamada acudieron todos los compañeros. Sobre todo Aspas que celebró con júbilo el reencuentro. Durante un buen rato jugaron como si nadie más estuviese en el campo. Por momentos fue excesivo porque el Celta ofreció la sensación estar más preocupado de gustar que de ganar. Pero fue reconfortante volver a ver ese equipo desenvuelto, sin complejos de otro tiempo. Y pudo marcar pero una vez más le falló el acierto en el área rival, un problema que no se solucionó en el mercado invernal y que posiblemente acompañe a los vigueses hasta el mes de junio. Aspas tuvo el gol en el minuto 17 tras un gran pase de su "socio" y en el 30 fue Guaita el que respondió con una gran parada al disparo del moañés. Pintaba bien el partido porque el Valencia no acertaba a cogerle la manija a un Celta en el que todo el mundo se asociaba con aparente naturalidad. Solo le faltó peso en el área para inclinar un poco más el partido de su lado.

La lesión de Augusto comenzó a torcer la tarde poco después del descanso. Herrera colocó a Bermejo en su lugar. El esquema se mantenía, pero variaron las posiciones de los jugadores. Orellana se fue a la derecha y Khron-Dehli -que había ejercido de enganche- cayó a la izquierda. Ganaron un poco más de pelea, pero perdieron toneladas de fútbol. Ya le costó asociarse un poco más a los vigueses que se sostuvieron sobre todo por el gran trabajo de su defensa y de sus medios. Notable Oubiña, pero extraordinario Alex López, intenso, atrevido, seguro en la entrega. La versión del ferrolano que se echaba de menos esta temporada. Atacaban menos los de Herrera, pero parecían tener sujetas las riendas del partido.

Se demostró entonces que el Celta va un poco más justo de músculo que el Valencia. Las distancias comenzaron a crecer, las recuperaciones ya no eran las mismas y los de Herrera empezaron a sufrir. El partido pedía un cambio de esos que se etiquetan de "reservones" pero que ayudan a ganar puntos. Oubiña necesitaba ayuda y mucho más después del cambio de Alex López. Entró Pranjic, que todavía no parece tener muy claro por dónde anda, y el Celta se desplomó. Puede que en la decisión de Herrera pesase lo que ha tenido que escuchar tras sus decisiones en los últimos partidos. La cuestión es que el Celta se quedó con la lengua fuera y el Valencia insistió en el asedio. Resistieron los vigueses con el buen trabajo de sus defensas hasta la última jugada. Pereira se fue de Khon-Dehli y puso un centro maravilloso que Valdez cabeceó a la red. Un tortazo que sonó con estruendo en un incrédulo Balaídos.