Hay victorias que trascienden y quedan enmarcadas para siempre en la historia. La España de Valero Rivera se ganó ese derecho al culminar una obra maestra en el Mundial de balonmano en su propia casa, arrasando en la final a Dinamarca con un resultado sin precedentes (35-19) y colgándose su segundo oro.

Más que por lo competido, el desenlace del campeonato acabó resultando épico por la superioridad indiscutible y desmesurada de los españoles sobre la pista, con un dominio casi insultante e impropio para un rival de la talla de Dinamarca y su constelación de estrellas, con Mikkel Hansen -mejor del mundo en 2011- a la cabeza.

Nunca antes en las finales mundialistas se había acumulado una diferencia tan amplia. Los dieciséis tantos que separaron a España de su rival en el marcador dejaron obsoleta la renta que ostentaba Suecia, cuando le endosó en 1958 un 22-10 a Checoslovaquia.

Fue la noche soñada por el laureado entrenador Valero Rivera en Barcelona, la ciudad donde tantas veces se había coronado campeón en competiciones de clubes; la mejor despedida posible para el capitán, Alberto Entrerríos, que se retira de la selección por la puerta grande y dos oros en el macuto; y el mayor homenaje a una plantilla cuyo espíritu ha residido siempre en la fuerza del grupo.

Del colectivo al cielo. En tiempos del individualismo, España repitió el triunfo de Túnez 2005 a partir de un vestuario equilibrado y solidario, en la perfecta mezcla entre la juventud que se abre paso y la veteranía, y en el trabajo en equipo a partir de una férrea defensa y un Arpad Sterbik estratosférico bajo palos.

Bajo esa premisa, se clasificó como segunda en la fase de grupos, solo cayendo ante Croacia, aunque como probable estrategia para evitar a Francia en cuartos. Pero fue en esa ronda, ante Alemania, cuando a pesar del triunfo padeció los peores minutos del torneo y estuvo en serio peligro. Los 'Hispanos' no lo olvidaron.

Si pocos problemas tuvieron ante la sorprendente Eslovenia en semifinales (26-22), menos aún en la final ante Dinamarca, donde el favoritismo se repartía a partes iguales. Los españoles actuaban ante su público, pero los daneses llegaban invictos, con nombres atemorizadores y una maquinaria de balonmano perfecta.

Su potencial engrandece aún más la gesta española. En el siete ideal del torneo quedan su espectacular meta Niklas Landin y el extremo Hans Lindberg, mientras Mikkel Hansen ha sido nombrado mejor jugador del campeonato y Anders Eggert acaba como máximo goleador (55). Además, su técnico, Ulrik Wilbek, fue premiado hace pocos días como mejor entrenador del mundo.

Su desplante a Valero Rivera, al no presentarse en la rueda de prensa tras la final, empaña una participación donde aspiraban a suceder a Francia, apartada prematuramente de su sueño de lograr un tercer título consecutivo y el quinto en total que nadie ha conseguido.