Miguel Álvarez ejerce de hombre orquesta. Idea, guioniza, protagoniza, dirige y edita esa pieza de escasos cuatro minutos. Carlos Cortés se le une como cámara y codirector. Gonzo pone la voz. Relatan lo que son.

Miguel hace las maletas. Así comienza el cortometraje. "Non se poden demorar mais as despedidas. Nin evitar a nostalxia". El emigrante dice adiós a sus afectos y escenarios. Balaídos, entre ellos. "Neste paisaxe crecín, neste verde, neste sabor, nas vosas amizades". Hay un aeropuerto entre medias, que parte la existencia en dos. "Cómo será a miña vida agora?".

Recién llegado a la capital, el emigrante pasea por sus calles, entre la gente indiferente, "que nunca sentiu a praia". Atisba el cielo entre edificios. Desciende a los intestinos de la megaurbe ("síntome pequeno, so"). Se cruza en el metro con otras camisetas que no son la suya. Le invade el desarraigo: "Non me preguntes como estou, madre, non creo que debas sabelo".

Encuentra entonces el cordón umbilical. La sede de la peña. "Esa música, esas cores, ese cheiro". Bajo su cazadora revela la camiseta celeste. Se une a otros como él. Contemplan hermanados un encuentro: "Non sabía que este podía ser o meu fogar". Concluirá: "Apodérase de min un sentimento de nostalxia e tristeza. - aínda así, síntome feliz. É estraño. Morriña, supoño".