Manuel Fernández Fernández ha fallecido a los 89 años de edad y hoy será incinerado en el tanatorio madrileño de la M30. Pahíño, su apodo futbolístico, vivirá eternamente. El fútbol español llora a una de sus grandes figuras y a la vez celebra su existencia. Tristeza y orgullo acentuados en los clubes cuya camiseta vistió: Celta, Real Madrid, Deportivo y Granada. Ayer todos expresaron sus condolencias.

Las estadísticas encumbran a Pahíño. Fue el mejor goleador liguero de Primera en dos temporadas: con el Real Madrid en la 51/52, al anotar 28 goles; con mayor mérito en el Celta en la 47/48, cuando marcó 21. Es el único "pichichi" céltico en la máxima categoría.

Pero su leyenda no puede contenerse en datos. Se construye con las mil anécdotas de su indomable carácter. Su historia es la de una rebeldía constante contra los defensas agresivos, las directivas esclavistas, la agobiante vigilancia de las autoridades franquistas... Pahíño fue especial. "Me sentía un futbolista diferente", proclamaba. Hace año y medio, en su última entrevista con FARO, solo cierta dureza de oído le lastraba en la conversación. Conservaba la lucidez con la que se manejó durante toda su existencia.

Alumbró su concepción vital en la parroquia viguesa de Navia, donde nació el 21 de enero de 1923 y le apodaron Paíño, pequeña ave marina, de cuando aprovechaba los descansos en las labores agrícolas de la casa para irse a la playa a patear el balón. Sobrevivió a la hambruna de la Guerra Civil. Sobrevivió su padre, al que buscaron en dos ocasiones para pasearlo sin encontrarlo.

De esas noches atento a cualquier ruido no le quedó miedo sino rabia. Pahíño jugaba con ira. "Iba al grano", aceptaba. A los centrales que le rascaban la tibia les respondió alguna vez con una patada a las tripas. De estilo era completo. Remataba de cabeza y ambas piernas. Un talento natural, afinado en largas sesiones con Armando, ayudante del técnico celeste Albéniz.

El Celta lo había ido a fichar al Arenas de Alcabre. Antes su madre había rechazado la propuesta del Salamanca. El cura de la parroquia medió por los celestes, con los que vivió extraordinarios años. Le pudría, sin embargo, el maltrato de la directiva, amparada en la draconiana legislación. Estuvo apartado varias jornadas en la temporada 47-48 por negarse a firmar el nuevo contrato. No se conformaba con las 18.000 pesetas de sueldo, que disminuia además si abundaba la derrota. Al cabo Miguel Múñez y él se irían al Real Madrid por 1,2 millones.

Fue la figura que Santiago Bernabéu empleó para llenar el recién inaugurado campo de Chamartín. Un lustro después, presidente y jugador rompieron. Bernabéu era fiel a su regla de renovar por un solo año a los treinteañeros. Pahíño pedía tres. Rechazó las 275.000 pesetas que le daban. Prefirió mudarse. Con todo, a Bernabéu le cumplió un deseo. El Atlético lo tentaba. "A cualquier sitio menos a ese, Manuel".

Y Manuel aceptó. Por cariño, no como imposición. Volvió a Galicia, al Deportivo. Concluiría su carrera en el Granada, en un último acto de fidelidad a su afán contestario. El que le hizo sonreír con sarcasmo cuando el general Gómez Gamalloa, en el descanso de un España-Suiza, les pidió "cojones y españolía". El que como jugador narazí le hizo reaccionar con furia a una sanción excesiva: "Que le den a cada uno de esos falangistas asquerosos". "Y dejé el fútbol", resumía con rotunda sencillez. Con la cabeza alta, como deja la vida.

El hombre de izquierdas que leía a Dostoievski

Queda etiquetado como el futbolista rojo en los años del miedo. "Qué se puede esperar de un futbolista que lee a Tolstoi y a Dostoievski", le criticó Arriba, periódico oficial de la Falange, porque hasta la literatura rusa del XIX estaba bajo sospecha. Pahíño bebía de muchas fuentes. Amaba igualmente a Ramón Cabanillas y a Ernest Hemingway. Incluso algunos manuales marxistas cayeron en sus manos. Material de alto riesgo, que le pasaba de extranjis un amigo quiosquero de las Ramblas barcelonesas o que él mismo recolectaba en sus desplazamientos por Francia, Inglaterra o América ("viajé mucho", resumía). Lo de Pahíño se sabía entre susurros. No presumía, pero tampoco se ocultaba. Acepta la situación de privilegio que le confería su estatus de jugador prestigioso: "Había que tener influencias para que no te pasara nada". Aunque sí hubo secuelas, que asumió por coherencia con sus convicciones. "Ser de izquierdas me impidó ir al Mundial de 1950", certificaba sin arrepentirse.

Armador de barcos, padre de artistas

Pahíño, cumplidos los 34 años, colgó las botas en el Granada. Emprendió aventuras profesionales sin relación con la pelota, rechazando las propuestas de entrenador que se le hicieron. Acompañó a su suegro como armador de barcos en el Cántabrico. Vivió durante años en Pasajes, limitando el contacto con el fútbol a su presencia como espectador en Atocha o al adoctrinamiento amateur del equipo de sus hijos. Aunque la prole ha preferido buscar su propio camino. La vena artística late con fuerza en una familia en la que se fomentaba la creatividad. Nacho F. Goberna, la F. del Fernández paterno, fue alma de "Agrimensor K" en Donosti y de "La Dama se Esconde" en Madrid, formación prolija en himnos generacionales de los ochenta (como "La tierra de los sueños"). El cantante y guitarrista prosigue hoy su carrera en solitario. De los escenarios se ha alejado su hermana Patricia, que participó en 1977 en el Festival de Eurovisión como miembro del grupo "Trigo Limpio" con la canción "Quédate esta noche".

Gran amigo de Di Stéfano, que heredó su dorsal nueve

La muerte de Manuel Pahíño a los 89 años incrementa la soledad de Alfredo Di Stéfano, convertido por el azar biológico en el exmadridista vivo de mayor edad. El argentino se aproxima a los 86 años. Le ha ganado esa carrera a su viejo amigo vigués, que en noviembre de 2010 bromeaba: "Yo estoy pachucho, pero él más".

En ese tiempo aún coincidían mucho en la sede de la Asociación de Veteranos del Real Madrid, casi cada mes. Ligados por el fuerte carácter, imponiéndose sobre los achaques aunque la "Saeta Rubia" tuviese que rechazar la invitación para asistir a la inaugaración del campo de Navia que el Concello de Vigo ha bautizado con el nombre del goleador. "No puedo, ´che´", le dijo con su habitual laconismo.

Era la suya una amistad forjada como rivales y ya en calidad de mitos merengues. No llegaron a coincidir con la casaca blanca en Chamartín. El gallego abandonó la entidad justo el año en que arribaba la gran estrella bonaerense, envuelta en la humareda del conflicto que su fichaje generó entre el Real Madrid y el Barcelona. Fue precisamente Di Stéfano el que heredó el dorsal nueve que Pahíño dejaba vacío. El mejor jugador en la historia del club blanco ha afirmado en muchas ocasiones: "Hubiéramos marcado muchos goles juntos". Un lamento que le repetía al propio Pahíño. La peor nostalgia, que es aquella de lo que no se ha vivido.

El tiempo reconcilió a Pahíño con el Celta. Abandonó el club tras el amargo divorcio con sus dirigentes, a los que reprochaba: "Era un botones. Tenía que ir haciendo reverencias a los jefes". La memoria atenúa aquellos rencores. Permanece el afecto a lo celeste. Al equipo vigués lo veía por televisión cuando le coincidía, al menos hasta hace un año, cuando ya pronosticaba su ascenso a Primera y proponía: "Hay que cuidar las canteras. De Galicia pueden salir buenos profesionales". El Celta le tributa su homenaje incluyéndolo entre los apóstoles de la lona de Tribuna. Vigo ha bautizado con su nombre el campo de Navia.

La grandeza de Manuel Pahíño se tasa a la perfección en el respeto que inspira por igual en trincheras aparentemente irreconciliables. El vigués es mito en el Celta y en el Deportivo, sin desdoro. Los célticos presumen de haberlo disfrutado en sus primeros años como profesional, entre 1943 y 1948. Perteneció a una camada legendaria. Fue entrenado por Albéniz, Platko, Armando y Ricardo Zamora. Disputó la primera final de la Copa, entonces del Generalísimo, perdida a manos del Sevilla por 4-1 (el sevillista Bustos le detuvo varios tiros al ariete aquel día). Firmó junto a Mesa, Alonso, Hermitida, Alonso, Retamar, Yayo, Miguel Muñoz, Zabeldia o Aretio la cuarta plaza liguera, la mejor clasificación del club en el siglo XX, solo igualada ya en el XXI por el grupo de Miguel Ángel Lotina.

Joven que despuntaba en el Celta, al Deportivo llegó en 1953 como veterano que debía liderar a los talentosos jóvenes blanquiazules, de los que Luis Suárez era el máximo exponente. Con Pahíño como ariete, el equipo herculino encadenó dos séptimas posiciones y una duodécima. Él aportaba la garra, la exigencia que impedía que nadie se relajase. Se trasladó al Granada y al año siguiente el Deportivo descendería a Segunda División.

Un dato concreto lo eleva en los relatos coruñeses: marcó en la prórroga el gol al Athletic de Bilbao (2-1) que le supuso al Deportivo su primera conquista del Trofeo Teresa Herrera el 1 de septiembre de 1955. Como blanquiazul jugó 72 partidos y anotó 46 goles.

Precursor de Cristiano y Messi

El nombre de Pahíño salió a relucir a comienzos de la temporada 2010-2011 en Primera División. Fue la referencia de Cristiano Ronaldo en su furia goleadora. El luso era el primero en romper los promedios realizadores del vigués, que en sus cinco temporadas con el Real Madrid tuvo una media de 0,88 goles por encuentro. Messi ha acabado por romper esos registros. Pahíño, entre ambos, no dudaba: "Para mí es superior Cristiano, más completo, el que reúne todas las condiciones. No he visto nada igual desde que se retiró Di Stéfano"

Debut el 26 de septiembre de 1943

Pahíño, tantas veces en letra impresa, apareció mencionado por primera vez el 26 de septiembre de 1943. Encajó un doloroso 7-0 en la cancha del Atlético de Aviación en su estreno céltico. El cronista lo indultaba: "El novel Paíño actuó con tesón y mereció mejor suerte en el remate". Fue Hándicap, periodista de FARO y fundador del Celta, quien le intercalaría la hache.