Balaídos lo era todo para la afición celeste hasta los primeros años de la década de los noventa del pasado siglo. Hasta ese momento, el estadio de la ribera del Lagares era la casa, el templo y el lugar de celebración de los éxitos del equipo vigués. A partir de la gran movilización que vivió la ciudad con motivo del ascenso en Sestao, en 1987, el celtismo sintió la necesidad de encontrar una plaza donde prolongar las fiestas. Esta búsqueda coincidió con la remodelación de diversos espacios públicos que el Ayuntamiento emprendió durante el gobierno de Manoel Soto.

El alcalde socialista lideró la renovación de Plaza de España y de Plaza de América. A Juan Oliveira le encargó una escultura ecuestre para la puerta de entrada a la ciudad, próxima a la actual sede del club celeste. Silverio Rivas construyó un arco monumental en As Travesas con granito de Porriño, que bautizó como Puerta del Atlántico. Cuando ambos espacios comenzaron a lucir los nuevos símbolos, el celtismo dudó en elegir el lugar que quería como propio para sus celebraciones.

Todo equipo grande contaba con su altar para realizar las ofrendas deportivas: el Real Madrid contaba con la Plaza de la Cibeles; el Barcelona, con la fuente de Canaletas; el Atlético de Madrid, con la fuente de Neptuno... Y el Celta, ¿qué? Había que decidirse por una de las dos opciones que el Concello le había puesto en bandeja.

La proximidad al estadio y el gran vaso de agua fueron motivos suficientes para que los seguidores del Celta se decantasen definitivamente por la Plaza de América. Y la primera oportunidad para inaugurarla como templo de celebraciones deportivas surgió en la primavera de 1992, cuando el equipo vigués derrotó al Sestao –el equipo vasco volvía a cruzarse en el camino del Celta– en Balaídos y certificó su noveno ascenso a Primera División.

Tras la invasión del campo, la marea celeste se encamino hacia el centro de la ciudad. Los más osados aprovecharon la gran pileta sobre la que se levanta la enorme puerta de piedra para darse un chapuzón y exteriorizar toda su alegría por el éxito de su equipo.

El 9 de mayo de 1992 el celtismo estrenaba la Plaza de América como lugar de celebración. Descartaba definitivamente la opción de la Plaza de España, con menos agua y menos espaciosa que la de As Travesas.

Tras regresar a la categoría de oro del fútbol español con Txetxu Rojo como técnico, el equipo vigués afrontó la etapa más exitosa de su historia y su nuevo templo vivió grandes noches de celebración.

La clasificación para la final de la Copa del Rey de 1994 constituyó otro de los grandes momentos del celtismo, que se echó a la calle en masa. De ahí se pasó al equipo que se clasificó para las competiciones europeas. Y cada uno de estos éxitos era celebrado en la Plaza de América.

En determinados momentos, las autoridades locales dejaron sin agua la fuente, para evitar excesos en las celebraciones, argumentando filtraciones hacia el paso subterráneo. Pero la afición se mantuvo fiel a su lugar sagrado, con agua o sin agua, y continuó celebrando más éxitos europeos, la final de la Copa del Rey de 2001 y el último ascenso a Primera División, hace siete años. Cuando se cumplen dos décadas de la elección de este simbólico lugar, el celtismo se prepara para celebrar allí el domingo otra gran alegría.