El Celta sigue en la dura e interminable carrera por el ascenso directo. Exigido por la victoria horas antes del Valladolid, los de Herrera hicieron su trabajo aunque no se libraron de la dosis de sufrimiento de cada semana. Superaron al Barcelona B tras remontar en la trepidante segunda parte un encuentro en el que entregaron la primera de forma absurda por culpa de un mal planteamiento del banquillo y una pésima actitud en el campo. Pero tras el descanso salió el sol en Vigo. Herrera liberó al equipo de ataduras innecesarias y se fue de forma decidida a por el Barcelona B que se rompió en mil pedazos cuando el Celta se decidió a soplarle e imprimió a su juego la velocidad que le faltaba hasta ese momento.

La tarde acabó de la mejor manera aunque los vigueses fueron un absoluto naufragio desde el mismo momento que Paco Herrera se decidió por Bustos e Insa en el doble pivote y envió a Alex López a la posición de mediapunta. El técnico insistía en una idea de comienzos de temporada y con la que se había estampado en varias ocasiones. En el Mini Estadi sin ir más lejos. Y ocurrió lo esperado, que pagó la preocupación excesiva por frenar al rival. La pareja de pivotes fue incapaz de generar el mínimo juego ante un Barcelona B que respondió perfectamente al retrato robot de los equipos de Eusebio. Era como ver al Celta de hace un par de años. Mucho toque, exceso de postureo, poca firmeza en defensa y nula intensidad. Parecía un equipo al que se le podía meter mano con cierta facilidad. Sin embargo los de Herrera opusieron su versión más imprecisa y triste, próxima a la desidia. Solo Orellana –que en el minuto 5 realizó una jugada maravillosa malograda por la manopla de Oier– sacaba al Celta de aquel estado de absoluto bloqueo. El Barcelona B se dejaba hacer. A su ritmo, sin tensión, sin alterarse lo más mínimo mientras el Celta se desquiciaba por su incapacidad para dar tres pases seguidos, para asociarse con un mínimo de rigor y sentido. De Lucas estaba fuera del partido, Alex desconectado en su posición de media punta y Bermejo aislado por completo entre dos centrales que le vigilaban a distancia. Pero nadie fue capaz de enviarle una pelota en condiciones. Era un problema evidente de fútbol, pero también mental, propio de un equipo que parecía haber perdido la fe en sí mismo. Y en una de estas el Barcelona B castigó esa actitud. Fue en una jugada que resumía la primera parte del Celta. El meta azulgrana regaló el balón a De Lucas que, de forma incomprensible y en una situación inmejorable, devolvió la gentileza y lanzó el contragolpe del equipo catalán. Deulofeu llegó al área viguesa, entregó a Femenía que ante la pasividad de los defensas vigueses ajustició a Sergio de disparo cruzado. Un ejemplo de irresponsabilidad y de poca firmeza.

No esperó Herrera. En el descanso sacó a Insa y al desastroso De Lucas por Joan Tomás y Toni con lo que Alex retrasó su posición para jugar con Bustos en el doble pivote. Pero el principal cambio que necesitaba el Celta era el de la intensidad. Tenía que empezar a comportarse como un equipo al que realmente le iba la vida en el envite y aparcar aquella actitud propia de un torneo veraniego. Dio resultado, aunque al principio más que por mérito del Celta fue por suicidio del Barcelona B. Armando se hizo un lío en el lateral derecho y cedió el balón hacia atrás sin darse cuenta de que allí estaba Bermejo, viejo zorro, esperando el error como un depredador implacable. Un detalle de "nueve" de toda la vida. El delantero resolvió ante el portero catalán y Muniesa, que venía desesperado al cruce, con tranquilidad y mucha calidad.

El empate desarmó al Barcelona B que siguió más preocupado por verse al espejo que por jugar al fútbol. El Celta subió al fin la presión y se decidió a aprovechar las grietas evidentes que el filial concedía por su natural tendencia al desorden. Solo cinco minutos después del 1-1 los de Eusebio abrieron una autopista que aprovechó Toni para habilitar a Bermejo. El punta envió con precisión al segundo palo para que Orellana solo tuviese que empujar a la red.

El Celta había pasado de la noche al día por obra y gracia de un cambio de actitud y de la entrada de Joan Tomás y Toni, que le dieron al juego la velocidad y precisión que no tuvo en el primer tiempo. En medio del vendaval entró Iago Aspas para jugar a favor de corriente. El moañés tardó dos minutos en lanzarse con Orellana en un contragolpe y plantarse solo frente a Oier. Le regateó con calidad y marcó el tercero en medio de la fiesta de un estadio que de golpe se había quitado el miedo. Se había puesto en evidencia que al Barcelona B había que apretarle solo un poco. Cuando los de Herrera se decidieron a hacerlo los de Eusebio se desplomaron con estrépito. El Celta, lanzado por el marcador y con metros para correr, fue un martillo que generó ocasiones con una facilidad pasmosa. El Barcelona B se fue con alegría arriba y los de Herrera pudieron destrozarlos. Aspas marcó el cuarto en una jugada que encumbró a Joan Tomás por un pase al más puro estilo Laudrup. Llovía sobre Balaídos, pero a todo el mundo le dio la impresión de que había vuelto a salir el sol.