Uno de los casos más llamativos tuvo como protagonista al Newton Heath, equipo del norte de Manchester muy vinculado al ferrocarril y famoso por utilizar una camiseta verde y oro, más parecida a la de un jockey de carreras que a la de un equipo de fútbol. En 1901 el club estaba condenado por culpa de una deuda ligeramente superior a las 2.000 libras esterlinas. Una barbaridad para aquel tiempo. Los responsables del club trataron de buscar soluciones de urgencia, ya que acababan de recibir una orden de liquidación de la sociedad. Uuna de las iniciativas fue la de organizar una especie de mercadillo en el centro de la ciudad en el que se vendían objetos de segunda mano y la gente podía acercarse a tomar una pinta de cerveza a beneficio del club. Harry Stafford, el capitán del equipo que ya estaba en el tramo final de su carrera, tuvo una ocurrencia que dio bastante buen resultado. Ató al cuerpo de su mascota, un enorme San Bernardo, una especie de hucha y lo llevó al mercadillo. La idea era que el perro, llamado "Major", recorriera el mercado y los bares próximos recaudando dinero para la salvación del equipo de fútbol. El defensa confiaba en que el can despertase un poco más de ternura en los ciudadanos a la hora de echar mano al bolsillo y aumentase la recolecta. "Major" se dedicó a esa tarea de forma intensiva durante tres jornadas, pero acabó por cansarse y desapareció sin dejar rastro.

Stafford buscó a "Major" con insistencia y fue a encontrarlo en casa de John Henry Davies, un empresario de éxito dueño de las cervecerías Manchester en la ciudad. No está muy claro si el futbolista dio con el perro o sucedió al revés, pero la cuestión es que uno acabó por dar con el otro. El problema fue que Davies se había encariñado con el perro y quería regalárselo a su hija por su inminente cumpleaños. En el encuentro que mantuvieron surgió la pregunta sobre la hucha que acompañaba a "Major" y así fue como Davies conoció la delicada situación que atravesaba el Newton Heath y la urgente necesidad que tenían de una inyección económica. Davies, cuya posición social era realmente desahogada al estar casado con una rica heredera, se comprometió a ayudar al club a cambio de "Major". Stafford accedió al trato.

En la siguiente reunión con los acreedores del club el capitán del equipo se presentó de la mano de Davies. No era un hombre de fútbol, no sentía excesiva curiosidad por aquel deporte que hacía furor en su ciudad y llenaba sus cervecerías antes y después de los partidos. Pero estaba allí por el compromiso con Stafford dispuesto a cumplir con su palabra. Davies prometió saldar la deuda de inmediato con la ayuda de otros tres empresarios a los que había convocado para la causa. La idea era crear un consorcio que lo tuviese a él como principal responsable. En su primera intervención pública el cervecero explicó sus planes de futuro. No era un hombre de fútbol, pero creía fervientemente en el futuro de la ciudad en la que vivía. "Queremos un equipo hecho por los hombres de Manchester para que Manchester se sienta orgulloso" vino a decir. Los acreedores aceptaron de inmediato su plan y el anterior presidente del club se apartó discretamente para entregar el poder al consorcio presidido por Davies.

Las primeras medidas fueron llevar a cabo lo que prácticamente supuso una refundación del club. Se rompieron los escasos hilos que todavía les unían con el mundo del ferrocarril y se le cambió el nombre. Tras un profundo debate entre los nuevos responsables se tomó la decisión de que Manchester United era el que mejor casaba con el concepto y la idea que se quería implantar alrededor del equipo. También se optó por guardar en el baúl la vieja equipación verde y oro y eligieron jugar a partir de ese momento con la camiseta roja y el pantalón blanco. Poco imaginaba en aquellos momentos ese pequeño grupo de empresarios locales lo que acabaría por significar ese equipaje en la historia del fútbol.

Cuatro años después de aquella reunión Davies festejó el ascenso a la máxima categoría y a los dos años conquistaron su primer título de Liga después de abordar la contratación, entre otros, de Meredith, el mejor jugador del Manchester City. Pero no quedó ahí su legado porque de su bolsillo salió el dinero para comprar los terrenos donde unos años después se levantaría Old Trafford. Y todo comenzó al encariñarse de un perro.