El Celta recupera algo de color después de lucir durante los últimos meses un tono amarillento y que alentó la aparición de todo tipo de fantasmas en el entorno del equipo. El empate ante el Rayo Vallecano en Balaídos no tiene ahora mismo una gran trascendencia a nivel de clasificación, pero al menos ha servido para que el grupo de Herrera recuperase las pulsaciones y cierta sensación de energía de cara al momento cumbre de la temporada. El equipo y su técnico han asumido que ya no van a recuperar el nivel de juego de la primera mitad del campeonato y se han centrado en estas últimas jornadas en mejorar la competitividad y el espíritu de lucha, características que habían perdido de forma preocupante hasta convertirse en un conjunto anodino, sin sangre, sin intensidad, en un chollo para los rivales. Ayer en cambio empujaron, apretaron y solo la falta de acierto, sobre todo en el segundo tiempo, les impidió conseguir un triunfo que hubiera servido para hinchar la moral de un equipo que ha caminado demasiado tiempo con la cabeza baja.

Lo que quedó claro es que Herrera parece decidido a jugarse la temporada con la defensa de cinco, un invento con el que pretende ganar solidez a costa de convertir al Celta en una cosa diferente, en un equipo que ataca en pocos toques y que renuncia a que el balón pase por el medio del campo. Antes gustaba la elaboración, ahora se renuncia a ella y se prefiere el balón largo a Michu para que prolongue con la cabeza. La decisión da idea de la desesperación en la que se ha movido el equipo en las últimas semanas. La consigna es sobrevivir. El técnico repitió el equipo del pasado jueves en Salamanca con lo que una vez más se quedaban en el banquillo Trashorras, De Lucas, David, Vila y Alex López, los hombres que más protagonismo han tenido en los mejores momentos del equipo vigués. Lejos de interpretaciones más maliciosas, parece evidente que Herrera quiere llenarles el depósito de cara al play-off, cargarles de energía mientras algunos de sus rivales directos desgastan a sus mejores elementos.

El invento le salió mal al Celta en el comienzo porque los vigueses irrumpieron con su habitual torrija en defensa. La línea más poblada concedía ocasiones con una facilidad pasmosa y el Rayo, cargando especialmente por los terrenos de Hugo Mallo y Murillo estuvo cerca del gol en varias ocasiones. Pero a diferencia de otras tardes –Girona fue el mejor ejemplo– en el que el equipo se fue del partido al primer revés, en esta ocasión los de Herrera se fueron haciendo más fuertes a medida que avanzaba el partido. Sin juego, sin alardes estéticos, pero con el coraje y la energía que ha faltado en muchos momentos de la temporada. El equipo cargó especialmente por la banda de Abalo, que generó más peligro del que suele ser habitual, y especialmente gracias a las continuas irrupciones de Michu en el área rival. El asturiano estuvo en casi todas las salsas. Un remate suyo que sacó el meta del Rayo con la rodilla y un latigazo de Abalo al larguero fueron las mejores opciones de un equipo que al menos presumió de decisión.

En el segundo tiempo el Rayo bajó un escalón su nivel. Pareció conformarse con el empate y solo el Celta quiso llevarse el partido. Los vigueses no se movieron del guión diseñado en la última semana. Bustos y López Garai –una pareja a la que también se ve con la reserva encendida– se dedicaron exclusivamente a la destrucción porque los vigueses insistieron en evitar trámites para llegar al área de los vallecanos. Mucho balón a Michu y a esperar que la movilidad de Aspas y de Abalo concediese alguna ocasión. Con la entrada de De Lucas por Abalo el equipo ganó en juego por dentro y a fuerza de empujar, de encerrar al Rayo los vigueses dispusieron de cinco ocasiones de gol más o menos claras. Sucedió en los últimos veinte minutos de partido, esos en los que el Celta dio la impresión de haber recuperado cierta dosis de coraje que no se veía desde hace demasiado tiempo. Pudo marcar Michu, Roberto Lago, Michu otra vez –con una gran intervención de Dani– y de Lucas cuando solo restaban cinco minutos. El Celta no jugaba en ese momento. Competía que era precisamente lo que Herrera persigue desde el momento en que decidió cambiarle el aspecto a este equipo. Ayer el experimento funcionó. Aún quedan tres semanas para darle forma.