El Xacobeo Galicia ha dejado bellos recuerdos y cenizas amargas. Sólo Ezequiel Mosquera, figura del Vacansoleil holandés, y Delio Fernández, emigrado al ciclismo luso, han encontrado acomodo en el pelotón de entre los paisanos que alcanzaron la gloria en la carretera y llenaron las cunetas de banderas galaicas. Serafín Martínez se despide de la bicicleta en una carta abierta; otros como Gustavo Rodríguez se resignan a la retirada ante la ausencia de ofertas; Gustavo César Veloso se aferra al oficio, aunque dispuesto a pasar la temporada en blanco. Jirones de un grupo que tenía mucho recorrido por delante. "No se puede dejar caer de esa manera a toda una generación", se lamenta Xagarós.

José Ángel García, Xagarós, es la enciclopedia viviente del ciclismo gallego. En el Xacobeo ejerció de director de comunicación, intendente y otras funciones. Repasa sus pronósticos: "Rabuñal estaba asentado, Veloso se había convertido en un ciclista importante, Serafín tenía un buen nivel...". Se le quiebra la voz. Los cascotes de la escuadra le cayeron encima. En cierto modo sigue atrapado entre los escombros económicos y más que eso, en la rabia. "Si pienso en eso, me falta el aire".

La secuencia de los hechos se ha convertido en una pesadilla recurrente para sus víctimas. De Ezequiel Mosquera coronando la Bola del Mundo y la recepción oficial en San Caetano a la angustiosa búsqueda de un patrocinador, truncada en el día clave por los supuestos positivos de David García, confirmado por EPO, y Ezequiel, sin dopaje en su orina pero que aún espera que concluya su proceso. El teense acertaba a resumir lo sucedido: "Nos estabábamos duchando con agua caliente y nos abrieron el grifo de la fría".

Gustavo Domínguez no culpa a sus compañeros. "Hiciesen lo que hiciesen, yo no tengo que cargar con sus culpas". El porriñés apunta a la Xunta y los responsables del Xacobeo. "Si nos hubiesen comunicado con tiempo que el equipo no seguía, habríamos encontrado destino". Alimentaron su fe hasta el desplome, a finales de septiembre, con el mercado clausurado.

Domínguez siente "tristeza, amargura, frustración, rabia", un caleidoscopio común a sus excompañeros. Como él, todos han buscado desesperadamente equipo. Las puertas no se han abierto. No les han devuelto las llamadas salvo a Delfín Fernández. El moañés se ha enrolado en el Boavista.

La asunción de la retirada en otros casos ha sido progresiva. El rosaleiro Serafín ha querido certificar su decisión por carta. Se aplica en los estudios de dirección de empresa. Gustavo Domínguez estudia un ciclo de gestión de entidades deportivas y se plantea "otros proyectos, aquello que no pude hacer hasta ahora". Gonzalo Rabuñal, de Arteixo, prepara oposiciones, igual que el tudense Gustavo Rodríguez, que aspira al magisterio por la vía de la educación física y se curará la nostalgia con el duatlón. "Me retiro a la fuerza. No hay nada", confirma. "Tenía ganas de seguir, aún salgo con la bici, pero debo tomar otros caminos".

"Es increíble que se haya cortado de raíz a un grupo así. El ciclismo gallego nunca había estado tan alto", dice Rodríguez si ojea el palmarés que deja el Xacobeo en los archivos. La mejor escuadra de la Vuelta en 2009, tres etapas de esa ronda, dieciocho triunfos individuales en otras citas, una participación en el Giro... No llegó a resultar descabellado imaginar el maillot de las bandas azules en las batallas del Tour. "Tocaba cosechar los frutos. No se necesitaba tanto presupuesto y era rentable publicitariamente. Si hubiese voluntad en la administración, hubiera sido fácil", se lamenta Rodríguez.

Uno entre ellos resiste, asido al empeño de considerarse profesional. Gustavo César Veloso, ganador de una etapa de la Vuelta, campeón de la Volta a Catalunya, se considera "demasiado viejo para cambiar y a la vez demasiado joven para dejarlo". Recién cumplidos los 31, no está para recalificarse en el pelotón amateur. Siente que tiene "muchos años de ciclismo por delante". Seguirá esperando, dispuesto a pasarse la campaña en blanco. "Me seguiré entrenando".

Ha querido convencer de lo mismo a algún otro, como Serafín Martínez. Pero entiende la despedida del amigo. "Esto es demasiado duro". Domínguez escribe el epitafio: "Hemos perdido una oportunidad histórica. Y el ciclismo gallego tardará en tener otra".