Ligero resbalón del Celta, que se queda helado en Ponferrada y debe confiar en una victoria de Las Palmas frente al Rayo Vallecano para recortar terreno a los madrileños en la disputa por la segunda plaza. La visita al Toralín resultó enormemente sufrida. Y no por factores externos al juego (bajas temperaturas, campo pequeño, ambiente hostil), sino por la enérgica resistencia que opuso su humilde pero animoso adversario. La Ponferradina le arrebató la iniciativa y la pelota y generó no pocos quebraderos de cabeza al grupo de Herrera, al que, una vez más, le faltó instinto asesino para llevarse el partido. Los bercianos pusieron el juego y los celestes fallaron las ocasiones más claras.

Once de gala sin chispa

El regreso de Hugo Mallo y Roberto Lago, los dos laterales sancionados frente al Albacete, permitió a Paco Herrera desplegar su once de gala en El Toralín, pero no le garantizó una mejoría en las prestaciones del equipo, al que el rival arrebató la pelota. Los celestes estuvieron incómodos desde el primer minuto, se mostraron incapaces de dar continuidad a su juego, que fue deslavazado e impreciso, y tampoco encontraron espacios para armar la contra.

La Ponferradina les apretó las clavijas desde el primer minuto -nada más empezar dispuso de una triple ocasión que salvaron entre Falcón y el poste- y les ganó la batalla del medio campo. Fue seguramente la peor primera parte de los celestes, descontando la jugada hace cinco jornadas en Huelva. Apenas algún destello de Trashorras, Álex López y un par de taconazos de Quique de Lucas rescataron al conjunto vigués de la pobreza futbolística.

La clemencia de Rodríguez

El escaso dominio del juego no impidió al Celta disponer de la ocasiones para liquidar el partido o al menos dar de lleno al rival en la línea de flotación. Lo impidió la clemencia de David Rodríguez, que dio vida a los bercianos después de tenerlos dos veces a su merced. Casi al final de primer tiempo,. el talaverano dilapidó un mano a mano ante Mackay tras una vertiginosa jugada, la mejor de los célticos, iniciada por Hugo Mallo, que De Lucas prolongó con un magistral taconazo. Tres toques y el artillero céltico se plantó ante al portero. Infelizmente se emborrachó de pelota y no miró al frente hasta que tuvo a Mackay encima.

Tres veces más perdonó el talaverano: mediada la segunda parte, el goleador céltico se fabricó él solito otra gran ocasión, tras sentar a su marcador y plantarse ante Mackay, que de nuevo vendido rechazó por dos veces su remate. Hubo más: a diez minutos del final el solvente cancerbero de la Ponferradina sacó, con otra formidable intervención, un testarazo a bocajarro de Rodríguez tras un templado centro de Trashorras. Mackay, que todavía salvó otro buen remate de cabeza a Catalá, fue clave en el empate.

Cambios poco rentables

Paco Herrera tiene querencia a los cambios de ataque a la hora de gestionar los recursos del banquillo. Los cambios fueron ayer completamente irrelevantes. Mejoraron la circulación de la pelota pero apenas hicieron mella en un adversario disciplinado, que nunca dio el brazo a torcer.

Joan Tomás, que suplió a De Lucas, ayudó a mejorar la circulación de la pelota pero careció de la verticalidad y malas intenciones del barcelonés; Abalo entró a última hora por David Rodríguez y a duras penas tocó pelota. La entrada de Murillo, mientras, estuvo condicionada por la lesión de Hugo Mallo y tampoco fue significativa.

Primer partido sin marcar

Después de catorce jornadas, el Celta completó ayer sin primer partido sin marcar un solo gol. Una circunstancia extraña que se vio en parte compensada por el hecho que por tercera vez esta temporada -tras los choques ante el Tenerife y Alcorcón- los celestes consiguieron mantener inmaculada su portería. Cualquier otro día, ello les habría asegurado la victoria.