Al Celta le gusta ir deprisa por la vida. Así ha sido durante las últimas semanas en las que ha sacado un enorme rendimiento a su facilidad para simplificar las transiciones. El Granada consiguió frenar a los vigueses que vivieron un día gris para sumar su segundo empate consecutivo y desaprovechar la ocasión de asentarse con solvencia en el liderato de la categoría. Incluso disfrutaron de un gol a favor gracias a una genialidad de Iago Aspas, pero les faltó un punto de seguridad para protegerlo.

El partido se jugó como quiso el Granada. Fabri, que esta semana debió pasar muchas horas delante del vídeo, se propuso que el Celta no corriese, consciente de que eso limitaba los riesgos y reducía la peligrosidad de futbolistas como David Rodríguez que han hecho de la velocidad su medio de vida. Los andaluces cumplieron con su principal objetivo y demostraron que el Celta para jugar bien necesita que le suban las pulsaciones. Es un equipo que disfruta cuando se revoluciona y ayer el Granada no se lo permitió. Fabri impidió cualquier alegría ofensiva a siete de sus jugadores y los apretó junto a su área para ahogar al Celta. Y los de Paco Herrera se sintieron sin aire, sin campo para correr y sin un arrebato de talento que le sirviese para derribar la estructura granadina. Los primeros diez minutos ofrecieron una perspectiva diferente porque los rojiblancos tardaron en ajustar su engranaje, algo que aprovecharon los vigueses para llegar por los dos costados al área defendida por Roberto. Pero sólo fue un espejismo. El Granada pasó a controlar el partido ante un Celta plomizo, lento y sin imaginación. El fallo fue general. No hubo noticias de Trashorras y Aspas –que volvían a la titularidad en el lugar de Joan Tomás y De Lucas– y David Rodríguez se vio de repente jugando un partido en el que se siente incómodo porque nadie supo encontrarle. Tampoco el medio del campo fue capaz de poner el ritmo que necesitaba el Celta. Bustos hizo su trabajo, pero López Garai fue un desastre en la distribución y Alex López estuvo varios escalones por debajo de sus actuaciones anteriores. El Granada se fue sintiendo cada vez más cómodo. Sus posesiones comenzaron a alargarse, al Celta le empezó a costar encontrar el balón y Falcón intervino en el juego mucho más que su colega de la otra portería. El trabajo de erosión de los andaluces había dado sus frutos frente a un equipo que se había pasado todo el primer tiempo metido dentro de un traje que no está hecho a su medida.

A Paco Herrera y al Celta se les apareció Iago Aspas en el arranque del segundo tiempo. No tenía buena pinta el partido. Al Granada se le veía con el colmillo afilado, seguro de que llegaría su ocasión, y los vigueses parecían sufrir una dolorosa jaqueca. Pero de repente, en una pérdida del Granada, el balón se presentó frente a Aspas en el vértice del área grande. El moañés encontró una solución impensable, propia de los genios. Sin pensárselo golpeó el balón con su pierna izquierda en busca de la escuadra derecha de la portería de Roberto. El balón dibujó una parábola perfecta, eterna, que superó el vuelo del meta granadino para alojarse en el fondo de la portería. Enloqueció Balaídos por culpa de otro detalle asombroso de este muchacho, uno de esos futbolistas que mientras están en el campo obligan a no pestañear.

El gol provocó un ligero ataque de coquetería al Celta que se descuidó en defensa y permitió un contragolpe –maravilloso por otro lado– que culminó Geijo con el gol del empate tras una dejada con el tacón de Abel Gómez. El choque regresó al lugar en el que había estado casi toda la tarde, con el partido en la mano del Granada y el Celta buscando alguna solución que no aparecían por ningún lado. Las buscó Herrera en el banquillo con la entrada de Michu –quería más presencia en el área rival, lo que obligó a Bustos a intensificar su trabajo al quedarse sin Alex López a su lado– y de Abalo que entró por un apagado David Rodríguez. El relevo le dio resultado al Celta porque el interior de Vilagarcía encaró, desbordó y generó varias llegadas peligrosas que sacaron al partido del ritmo en el que se había instalado. Aquello descontroló al Granada y el Celta cargó con violencia e intensidad contra el área del equipo andaluz. Y a punto estuvo de llevarse el partido si no llega a mediar Roberto. El ex portero del Celta sacó una mano prodigiosa en un remate de Michu. Tal vez hubiese sido un premio exagerado.