"Los caminos del fútbol son inescrutables", dice Juan José García Cota y casi ha resumido en el laberinto sus 44 años de vida. Cota entiende al interlocutor. Se lo dice con sus ojos claros. No por simple empatía, sino porque ha vivido en sus carnes lo que le aqueja. El pontevedrés ha sido médico y paciente, presidente y jugador; ha conocido lo humilde y lo sublime. "Para mí ha sido muy enriquecedor haber vivido este deporte desde distintos puntos de vista. Eso me ha ayudado a comprender el fútbol en su totalidad, no de forma sesgada", asegura. Son pocos los que pueden decirlo con tal rotundidad.

Porque Cota, que es el nombre de guerra que escogió para figurar en las alineaciones y recetar los medicamentos, fue un niño que soñó con ser portero antes que médico, aunque ambas ilusiones sean recurrentes en la infancia. Fue en el Callobre donde estrenó sus guantes, en esa Estrada familiar. Lo captó el Pontevedra para sus categorías inferiores, descolló en el filial y ascendió al primer equipo. "Pero de tercer portero y sin muchas oportunidades", recuerda. Acabaría fichando por el Compostela, de allí al Ordes, pasó cuatro temporadas en el Villalonga y se retiraría en el Estradense, cerrando el ciclo como conviene, en el punto de inicio.

Entre tanta mudanza se había sacado la carrera de medicina, un esfuerzo titánico que ahora describe con nostalgia. "Jugaba en el Pontevedra y estudiaba en Santiago. Era complicado. Había que sacarle muchas horas al sueño y estudiar en el tren. Eso se mitigó cuando fiché por el Compostela. Lo compaginé bastante bien", asegura.

Ya licenciado, repartió su tiempo entre pasiones. La semana, para la sanidad; el fin de semana, para el fútbol. Siempre apurado, rascándole migajas al reloj. Tal vez creyó que podría aminorar el galope cuando se retiró. "Pasé una temporada dedicado a mi profesión. Pero entonces surgió la posibilidad de coger la presidencia del Estradense. Ya era médico del Pontevedra en ese momento. Me pidieron entrar en el equipo". Aunque lo meditase mucho, era engañarse. La respuesta estaba clara: aceptó.

"Se necesitaba a alguien", se excusa. "Una directiva había trabajado durante mucho tiempo pero se necesitaba un cambio. Había un déficit grande. Me metieron en un embarque que no quería asumir al principio. Tuve una obligación moral de hacerlo. Estuve cuatro años".

Como de cada decisión, no se arrepiente. "La experiencia fue muy enriquecedora desde el punto de vista de conocer otra parte del deporte y saber lo que cuesta mantener un equipo. Yo era presidente por teléfono y por internet. Los domingos no podía ir a los partidos porque estaba con el Pontevedra. Las semanas era complicadas para mí desde el punto de vista laboral. Hubo gente extraordinaria a mi alrededor que se ocupaba realmente del tema".

Ese bagaje, especialmente el de futbolista, puede concebirse desde el momento presente como una formación complementaria para su oficio. "Para mí es básico. El paciente deportista tiene una mentalidad totalmente diferente a otro tipo de paciente. Haber vivido un vestuario, haberme perdido partidos por estar lesionado o tener lesiones en momentos que eran claves para mí me ayudan a saber lo que siente el que está al otro lado de la mesa cuando le estoy explicando esas cosas".

Pasa Yoel y Cota lo observa con cariño. Siente que ambos pertenecen a una misma raza cósmica. "Los porteros somos diferentes para bien, desde el punto de vista de la personalidad, y para mal por la responsabilidad que asumimos, no bien valorada, sobre todo por la prensa. Oigo: "Balón sin complicaciones". Solo un portero sabe que no son sin complicaciones. La presión que soportas es superior a la del resto del equipo. El portero está solo". Cota comprende a Yoel, como comprendió a Casillas cuando éste rompió a llorar en el Soccer City. Iniesta acababa de marcar y el mostoleño abrió las compuertas tanto tiempo cerradas. Junto a él, compartiendo sus lágrimas, estaba el niño de Callobre, que quería salvar goles y curar heridas. Quizás en ese instante ninguno de los dos se sintió solo.

Juan José García Cota puede presumir de que ha vivido en el fútbol todas las sensaciones y experiencias que ese universo permite. El médico del Celta, que lo fue del Pontevedra y es en tal oficio campeón del mundo con la selección española, militó en diversos equipos de la provincia como portero y del último de ellos, el Estradense, fue además presidente. Una biografía que le permite ser mejor galeno: "Entiendo al que está al otro lado de la mesa".