Está visto que hay vicios de los que cuesta desprenderse. El Celta cumplió con la desquiciante tradición de perder en Balaídos en el estreno de la Liga. Con el de ayer ya son cinco años seguidos. Posiblemente no haya un precedente semejante en toda Europa. Esta vez el aventurado visitante fue el Barcelona B que se llevó el triunfo en un encuentro apasionante por las alternativas y las ocasiones falladas, pero desquiciante en lo defensivo, con dos equipos dispuestos a regalarle oportunidades al contrario. Fue como una partida a la ruleta rusa que acabó cayendo del lado del que tiene más claridad en los últimos 25 metros y ahí el Celta fue infinitamente inferior a los catalanes. Los de Herrera se hartaron de disparar a puerta, pero unas veces sus malas decisiones, en otras su precipitación y en el resto las intervenciones del extraordinario Miño impidieron que los vigueses se adelantasen en el marcador. Y lo acabaron pagando. Cuando los de Luis Enrique se asomaron al área de Falcón lo ajusticiaron sin pestañear.

Pero el partido de ayer acepta todo tipo de lecturas. El Celta puede pensar que lo perdió por su grosera falta de definición, pero también tuvo mucho que ver las facilidades que dio al Barcelona para abrir el juego y sobre todo para combinar en la frontal del área. Por ahí se le fue el partido a los de Paco Herrera. Darles tiempo en ese territorio a los Jonathan dos Santos, Tiago, Soriano o Nolito es como intentar darse un baño relajante en un río lleno de pirañas. Especialmente doloroso resultó el caso de Hugo Mallo, superado hasta la saciedad por Nolito a quien fue incapaz de tomarle la matrícula en todo el partido. El delantero –pequeño, potente, decidido– dio los dos pases de gol y cada vez que trazó una diagonal hacia la portería viguesa hacía sonar las alarmas.

Nolito hizo notar la falta de ajuste que existe todavía en una defensa donde nadie se siente seguro en su titularidad, lo que aumenta la tensión de los jugadores y también los errores. Los goles del Barcelona en el primer tiempo apagaron por desgracia el entusiasmo que el Celta había despertado por su verticalidad y por la sucesión de ocasiones de las que dispuso. Que no se acostumbre porque en toda la Liga no hay nadie que juegue como este Barcelona, que conceda tanto, que viva con ese punto de irresponsabilidad. Es el riesgo que tiene querer jugar a ser el equipo grande cuando aún tienes veinte años. Al Celta, en la primera media hora le bastaba para tener una oportunidad con un robo y un simple pase. Paco Herrera, consciente de eso, dispuso una alineación atrevida con Alex López en el eje del terreno con López Garai, Trashorras a la izquierda y por delante de ellos, De Lucas, Papadopoulos y David Rodríguez. La consigna era "robar y correr" y así, a la contra, el Celta dispuso de una manada de llegadas claras que se fueron al limbo por David Rodríguez, y Papadopoulos aunque hay que culpar también a Miño que demostró que su futuro en el fútbol es tan grande como lo son sus manos. Balaídos disfrutaba de forma intensa de aquel festival. Se hacía difícil llevar la cuenta de las veces que los vigueses habían podido abrir el marcador. Y el Barcelona no perdonó en cuanto Nolito le hizo un par de trajes a la defensa para habilitar a sus compañeros. El primero, a la media hora de juego; el segundo, poco antes del descanso. Mal panorama.

Paco Herrera no tardó en menear el banquillo porque el Barcelona pareció tener controlado el partido de manera exagerada en el comienzo del segundo tiempo. Retiró a Trashorras –perdido por completo en tierra de nadie, consciente también que está en el punto de mira de un técnico perdidamente enamorado de Álex López–, buscó profundidad con Abalo en el sitio de Papadopoulos y remate con Michu que entró en el sitio de un notable, pero agotado, De Lucas. El Celta siguió fabricando ocasiones y en una de ellas David Rodríguez, incansable, aprovechó una genial dejada de Joan Tomás para añadirle tensión al encuentro. Pero al Celta le faltó claridad para meterle el miedo en el cuerpo a los azulgrana que estaban como un flan. El cansancio de Garai y Alex López –una gran noticia dentro de la tristeza del resultado– impidió a los vigueses empujar lo suficiente para arrinconar a un equipo que juega muy bien, pero que no tiene la menor idea de defender. Como el Barcelona B, para lo bueno y lo malo, sólo hay uno en Segunda. El resto de visitantes de Balaídos no concederán tantas facilidades. Conviene ajustar la puntería y pegar algún ladrido atrás.