Durante más de ochenta años, la afición del Coruxo esperó con paciencia la celebración de un ascenso como el conseguido a Segunda División B. Después de tanto esperar, era lógica las ganas de que la plantilla viguesa llegara al campo de O Vao para celebrar con todos el tan ansiado ascenso.

La carpa situada al lado del campo comenzó a recibir la visita de numerosos aficionados. Poco a poco aparecían los más valientes, que tras veintidós horas de autocar había llegado a las nueve y media de la mañana, y con las voces roncas y los ojos enrojecidos, comenzaban a contar las historias vividas en el campo municipal de La Roda.

Nadie se las quería perder, y todos prestaban atención cuando contaban las malas maneras que se encontaron en la localidad albaceteña cuando, por ejemplo, no dejaron a los jugadores vigueses a reconocer en campo en la mañana del partido.

El reloj dejaba atrás la hora prevista para la llegada, primero, de los tres autocares de aficionados que faltaban por llegar tras haber pasado la noche en Albacete, y después de la plantilla, y los primeros viajeros continuaban contando su aventura manchega.

Para los aficionados vigueses, tan queridos en media España, y con peñas en todos los lugares en donde han disputado algún partido, resultaba extraño el despliegue policial que se vivió en La Roda. No estaban acostumbrados a ello, ya que tanto en Parla como en Oyón esta temporada, como en Alzira, Oviedo o Toledo años atrás, siempre habían sido tratados como amigos.

Se acercaba la hora de la llegada, y el sonido de las gaitas a las puertas de O Vao sorprendía a todos los vigueses que dejaban la playa en dirección a sus domicilios.

Los más atrevidos se colocaron en la rotonda de O Vao, como avanzadilla que avisaba de la llegada de los hérores de La Roda, ya que fueron recibidos como héroes que regresaban de una épica batalla. Entonces llegaron las lágrimas de emoción, los abrazos, la alegría...

El final de este capítulo en la historia del Coruxo Club de Fútbol bien mereció una espera de ochenta años.