Ya es primavera para el Celta. El futuro del conjunto vigués empieza a aclararse después de lograr ante el Cartagena la segunda victoria consecutiva, lo que le permite saltar a la zona templada de la clasificación y dejar la zona de descenso ya a siete puntos. Suena extraño en un equipo que hace sólo quince días viajaba a Albacete como quien acude a un duelo a muerte. Pero los de Eusebio se han hecho fuertes en la necesidad, han dado la cara cuando más arreciaba el viento en contra y se han ganado el derecho a disfrutar de cierta tranquilidad después de seis meses en el alambre. Ayer los de Eusebio solventaron una prueba de la máxima exigencia: la que planteaba el Cartagena, uno de los claros aspirantes al ascenso a Primera que cuenta con una plantilla repleta de nombres ilustres. Pero el Celta lo derribó después de reponerse de una pésima puesta en escena, de la que le rescató el talento de Trashorras. El genio del lucense y la implicación de todo el equipo fueron demasiado para los murcianos que fueron apagándose con el paso de los minutos y acabaron sacando la bandera blanca.

Eusebio cumplió con lo que insinuó la víspera y dejó fuera del equipo a Iago Aspas con el fin de hacerle hueco a Papadopoulos en la banda izquierda. El partido de Abalo en Albacete le garantizaba la continuidad y el técnico no quería desprenderse de inicio de ninguno de los refuerzos invernales. Al griego le volvió a corresponder jugar fuera de posición –desde su llegada no ha disputado ni un minuto en su auténtica demarcación– y a Cellerino pegarse con la defensa, pasatiempo favorito de este delantero.

El Cartagena, repleto de futbolistas con un notable manejo de la pelota, se desenvolvió con suficiencia desde el arranque en el que estuvo muy cerca de castigar la indolencia con la que se empeñaron durante la primera media hora el medio del campo y la defensa del Celta, condenada a muerte por la escasa presión y por la decisión de Eusebio de situarla en el círculo central. Toché, un misil, le ganó la espalda una y otra vez a los centrales (repetían Catalá y Noguerol) y sólo su falta de destreza y la fe de Yoel en las salidas impidió a los murcianos ponerse por delante en el marcador ante un Celta lento, desordenado y que no era capaz de encontrar a los únicos futbolistas que podían generar algo de juego: Abalo y Trashorras. El resto era una alineación para el combate que llegaba casi siempre tarde a los balones divididos. Eso, ante un equipo que acumulaba gente en ataque, era un problema muy serio porque convertía cada contra en un incendio.

Por suerte para el Celta Trashorras comenzó a asomar la cabeza mediada la primera parte. Era la única esperanza de los de Eusebio. Amenazó con un par de disparos lejanos y, por lo menos, hizo salir al Cartagena de su estado de absoluta relajación, convencidos como parecían los murcianos de que el partido caería de su lado en algún momento. Pero entonces el Celta, que ya tenía a Trashorras completamente enchufado en el partido, dejó una jugada ejemplar en apenas tres toques, una combinación que vale por todo un partido y que pone de manifiesto las buenas intenciones que siempre tiene el grupo de Eusebio. Vasco envió un pase adelantado a Abalo que cogió a su marcador con el pie cambiado. El de Vilagarcía, en vez de enviar el balón sin sentido, lo colocó en la frontal del área con toda la mala intención. Por allí apareció Trashorras que empaló el cuero y lo incrustó, con la mezcla justa de potencia y colocación, en la escuadra derecha de la portería del Cartagena.

A partir de ahí el partido entró en una fase loca, jugada a un ritmo en ocasiones irracional y que dio lugar a continuas pérdidas, a un ida y vuelta en el que los dos conjuntos parecían sentirse satisfechos pero del que sacaba mucho más partido el Celta con una alineación más preparada para ese intercambio degolpes y porque siempre superó al rival en compromiso.

En el arranque del segundo tiempo el técnico del Cartagena no quiso esperar demasiado y envió al veterano pero preocupante Víctor al terreno de juego en vez de Moreno. Más dinamita para el ataque murciano que ya ha entrado en la dinámica de que no le valen los empates si quiere conseguir el sueño del ascenso. El Celta, que había arrancado con decisión y con un par de ocasiones nacidas del genio de Trashorras, contestó con la sustitución de Papadopoulos por Aspas. Lógica por la posición del campo, pero discutible por el elegido para marcharse a la caseta ya que el griego carga con el lastre de ocupar un lugar del campo donde no puede ofrecer lo mejor de sí mismo. Y sin embargo cumple porque suple ese inconveniente con oficio y una determinación ejemplares. Pero Eusebio quiere al grandote de Cellerino en punta y Papadopoulos se ha convertido en el gran damnificado de una elección difícil de entender. Más tarde ingresarían Bustos por Vila y Danilo por Abalo. Los cambios aturdieron un tanto al Celta cuando el partido parecía sujeto por los de Eusebio que dominaban el marcador y la posesión. El Cartagena, cargado de jugadores de ataque, hizo un último esfuerzo por acometer la portería de Yoel, pero fue completamente inútil porque el Celta, ante la amenaza de que el partido se rompiese, apretó los dientes para juntarse y a diferencia de otros días, tuvo a Trashorras esos últimos minutos para entregarle la pelota y que el de Rábade administrase los últimos instantes del partido como le viniese en gana. Y así llegó el final del partido, sin sobresalto alguno, perdonando incluso la sentencia. Ayer, los metereólogos anunciaban que a media tarde entraría la primavera en Vigo. Y resulta que tenían razón.