"Larga vida para Eusebio" parecieron proclamar ayer los jugadores del Celta que sumaron ante el Elche el segundo triunfo consecutivo de esta temporada, algo inédito en el presente ejercicio, tras un partido en el que mostraron el carácter y la determinación que les ha faltado en otros momentos.

La sufrida, peleada y justa victoria supone un gigantesco refuerzo moral para un conjunto que se ve fuera de los puestos de descenso y que además ha cumplido con su deseo de salvar la cabeza del entrenador, tambaleante hace un par de semanas, pero que se ha aferrado al puesto cuando su sustituto ya asomaba el hocico por Puxeiros y el club había comenzado a redactar la carta de despedida.

En estos casos, en la muerte lenta y retransmitida de un entrenador, la mayoría de las plantillas del fútbol profesional suelen echarse a un lado y asisten en silencio a la ejecución del técnico. En el Celta ha sucedido lo contrario. Los futbolistas han visto en riesgo a Eusebio y se han conjurado para salvar a un tipo en el que creen. El partido de ayer contra el Elche es el mejor ejemplo porque el Celta supo responder en un escenario incómodo para ellos. Los de Bordalás llegaban a Balaídos tras nueve semanas sin conocer la derrota. Son un equipo valiente, generoso en el esfuerzo, asfixiante. Plantea los partidos como auténticas guerras de presión, de choque, de reducir los espacios al mínimo, de ganar los balones divididos, de sacar el carácter. Justo la clase de partido que peor le va a este Celta que sufrió de lo lindo en el arranque del partido. Eusebio había mudado la cara de su equipo al dejar una semana más en el banquillo a Trashorras –el hombre que más condiciona el juego del equipo– y al variar el planteamiento abandonando el 4-3-3 para utilizar un doble pivote con López Garai y Bustos; con Botelho y Aspas por delante de ellos. Tal vez por todo ello, por los cambios, y por la velocidad con la que el Elche se empleó en el arranque el Celta estuvo algo desconcertado en la primera mitad en la que los de Bordalás jugaron con una claridad de ideas que no había en las filas viguesas. El Elche se llevó todos los rechaces, ocupó mucho mejor el campo y se aprovechó sobre todo del desconcierto posicional que en ocasiones tenían futbolistas como Botelho y Aspas. A los vigueses, en esos minutos complicados, les salvó la presencia de Bustos, una especie de legionario reconvertido en futbolista, que fue el primero en entender lo que pedía el encuentro. El Celta, pese a todo, encontró dos ocasiones, ambas en las botas de Aspas que escogió la peor solución por su inseguridad para golpear con la pierna derecha. Pero el Celta se marchó al descanso con el convencimiento de que el Elche era vulnerable, pero para encontrarle sus agujeros tenía que poner como mínimo la misma intensidad que ellos. Era un día para el compromiso. Y al Celta no le faltó. En el segundo tiempo los vigueses llegaron mentalmente mucho antes que el Elche, que se dejó en el vestuario, parte de su furia. Los de Eusebio taparon algunas de sus carencias y el equipo comenzó a crecer de forma imparable desde la solidez de sus pivotes y la progresión de Botelho y sobre todo de Roberto Lago y Aspas. El lateral fue un cuchillo que además encontró su premio en el primer gol. Había avisado al comienzo del segundo tiempo y un par de minutos después ajustó un disparo a la base del palo izquierdo que hizo inútil la estirada de Willy.

El gol supuso un espaldarazo para el Celta que mantuvo la intensidad y la presión mientras la figura de Aspas se agrandaba por momentos. El mediapunta demostró a Eusebio que la decisión de anclarle en la banda izquierda no tiene sentido. Necesita espacio y libertad. Cuando la tiene es un jugador impredecible y eso, hoy por hoy, ayuda a ganar partidos. Una falta botada por Aspas fue cabeceada por Catalá para convertir el segundo gol y acercar al Celta al triunfo. El Elche se sintió desbordado porque los de Eusebio insistieron ante un rival tembloroso. Acumularon llegadas al área, ocasiones desperdiciadas por mala puntería o por pésimas decisiones como la de Botelho que mano a mano con Willy se quiso adornar y entregó el balón a las manos del portero. El Celta era un ciclón al que, por cierto, no fue capaz de sumarse Joselu que sigue ofreciendo una bisoñez extrema. Desesperado el Elche recurrió al banquillo en busca de soluciones desesperadas. Saúl fue lo mejor que encontró porque el interior generó un par de situaciones falladas de forma incomprensible por los delanteros (en una de ellas estuvo providencial Falcón). Eusebio echó mano de Arthuro, de Abalo y de Trashorras en los últimos minutos. No mejoraron gran cosa a un Celta que concedió un gol, pero que al menos tuvo nervio para conservar una victoria que le permite ver el futuro con mucho más optimismo.