El Celta rompió ayer el maleficio que le perseguía en Balaídos donde aún no había conseguido ganar en lo que va de Liga. Los de Eusebio se permiten un ligero respiro tras derrotar al Castellón en un trabajado encuentro en el que, por esos designios del fútbol, hicieron mucho menos que otras tardes para ganar. Pero encontraron el punto de acierto y fortuna que se necesita en días ásperos y complicados como el de ayer en el que el triunfo era una obligación para frenar la ola de pesimismo que había dejado el encuentro de hace una semana en Irún. Ayer el equipo no jugó de forma brillante, la mayoría de sus jugadores desequilibrantes estuvieron opacos, pero al menos tuvieron coraje y supieron aprovechar sus opciones en la primera parte para irse con un 2-0 al descanso que, con más agobios de los aconsejables, supieron defender en el segundo tiempo.

El comienzo no hizo presagiar nada bueno porque desde el pitido inicial, ansioso por la situación en la que afrontaba el encuentro, el Celta dio la sensación de tener demasiada prisa por llegar al área rival. Le faltó pausa, calma y posesión del balón. Hubo un atolondramiento general que el Castellón aprovechó para sujetar con cierta calma las acometidas de un Celta que ofrecía como principales novedades la presencia en ataque de Arthuro, la sorprendente entrada de Abalo en el lugar de Aarón y la elección de Mallo y Lago para los laterales. Salvo en un disparo de Michu desde la frontal del área en el minuto 9, el Celta no dio señales de vida en ataque durante la primera media hora. El Castellón disfrutaba adormilando el partido. Su plan se basaba en aguardar una pérdida del Celta en el medio y buscar en los costados la calidad de gente como Palanca o Jonathan para meter en aprietos a los de Eusebio, demasiado previsibles en sus acometidas, lastrados entre otras cosas por la mediocridad en la que se movieron futbolistas como Trashorras o Aspas. El ambiente comenzó a enrarecerse al tiempo que el Castellón comenzaba a acumular saques de falta contra la portería viguesa y sus jugadores encontraban cada vez más resquicios en un medio del campo en el que López Garai se encontraba demasiado solo. Pero los caprichos del fútbol sonrieron al Celta ayer de la misma manera que en otras tardes le han vuelto la cara. Trashorras sacó una falta de forma magistral desde la derecha y Jordi, que aprovechó el desconcierto del Castellón en los marcajes, cabeceó de forma impecable a la red. El gol puso de manifiesto que ayer al Celta le costaba entender la clase de partido que tenía que jugar. Siguió sin tener el control de la pelota, sus hombres de ataque continuaron ofreciendo su versión más gris y la sensación que flotaba en el ambiente es que si el Castellón era capaz de meter una marcha más podría generar importantes daños estructurales en un Celta cogido con pinzas. Pero otra vez el destino sonrió a los vigueses. En el último suspiro de la primera parte Arthuro dejó un balón en la frontal que parecía inofensivo, un central se lo tragó y Michu se encontró una autopista abierta hacia la portería para marcar el 2-0 y abrir el camino definitivamente hacia la victoria. Era también una notable recompensa para Michu, un futbolista que está perdiendo la timidez que le lastró la pasada temporada cunado parecía que jugaba pidiendo permiso. Ha ganado peso en el equipo y ayer fue uno de los grandes sostenes del Celta.

Ahora se trataba de manejar el resultado, de mostrar un punto de madurez para frenar el previsible ataque de histeria del Castellón y llevarse para casa los puntos sin sufrir demasiados sobresaltos. Pero es evidente que a este Celta cargado de buenas intenciones le faltan horas de cocción. Al equipo le volvió a faltar serenidad y posesión para aprovecharse de las prisas del Castellón. Por si fuera poco entró en escena un árbitro cegato, como la mayoría de los que habitan en Segunda División, para señalar un penalti fantasmal en el área viguesa que Ulloa –de lejos, el mejor de su equipo– transformó en el 2-1. El pánico se apoderó por momentos de Balaídos porque los de Eusebio dejaron abierta la puerta al desastre durante casi toda la segunda parte. Hubo coraje en esos minutos claves, los jugadores apretaron los dientes, pero faltó algo de fútbol para liquidar al rival. Y el Castellón tuvo en los últimos minutos dos remates para llevarse un empate que hubiera sido una injusticia insoportable.