La comida de Fernando Alonso en los circuitos ya no tendrá acento italiano dentro de unos pocos meses. Es curioso que el paso a Ferrari le deje en manos de cocineros ingleses, pero el ejemplo no es sino una muestra de que el sentimentalismo hace muchos años que está aparcado en la Fórmula 1. Renault, equipo francés, sede en Inglaterra y servicio transalpino. Ferrari, escudería italiana-italiana, con la manutención concedida a una compañía británica. No le abandonará la pasta, que en el paddock se consume compulsivamente, y que el asturiano incluye casi siempre en sus menús.Ensaladas, algo de jamón y a lo mejor una carne a la plancha. Así de básica es la dieta de Alonso en las carreras, con sólo alguna concesión a la hora del postre. Lo que no volverá a probar es el insuperable tiramisú que sirven en la antigua casa de Flavio Briatore.Hace semanas que Paola, Melania y Simona se olían lo que se acabó por confirmarse hace un mes. Que ya no servirían más platos a Fernando Alonso. En el enrevesado tejido de los circuitos no son más que simples camareras, casi siempre invisibles, de labor callada pero imprescindible. Ellas también aman las carreras y por cercanía, acaban encariñándose con los pilotos. Fernando Alonso, con toda su fama de gruñón, su tozudez y su sonrisa difícil de conseguir, es de los que se gana al equipo.

Desde el primer ingeniero, a la última camarera. "Soy el mismo de siempre. El éxito no me ha cambiado, solamente que ahora genero más atención que cuando llegué a la Fórmula 1 con 19 años. Se lo debo a mi familia, gente humilde que hace las mismas cosas que diez años antes y que seguirá igual dentro de otros diez". Las primeras palabras del ovetense después de anunciarse su fichaje por Ferrari estaban cargadas de buenas intenciones.

Llega a la casa roja, donde forjaron su leyenda mitos comoAscari, Fangio, Lauda, Surtees... y, cómo no, Michael Schumacher. Aun así, es el único recoveco de la Fórmula 1 donde la marca pesa más que los pilotos. "Ellos pasan, nosotros seguiremos aquí", dice siempre el presidente Luca Cordero di Montezemolo, el que más empujó para conseguir al asturiano.

A estas alturas, poco importa ya que la génesis del acuerdo se remonte hasta 2007, recién finiquitado el annus horribilis en McLaren. Lejos quedan ya las cenas con Stefano Domenicali, la mano ejecutora de Luca Cordero en la Scuderia, siempre con pasta de por medio, en las que unos y otros se pedían paciencia mientras diseñaban el plan que ahora se cumple. Pudo ser mucho antes, pero en aquel 2007 Raikkonen ganó el Mundial, a Massa le renovaron para que ayudase a su compañeros y la cláusula anti-Ferrari, obligatoria para salir de McLaren, era innegociable.

No quedó más remedio que verse con el viejo Flavio, siempre atento a todas las jugadas, para repetir una asociación que esta vez no iba a ser tan exitosa como cuando el joven Alonso ganaba con Renault un domingo tras otro. Aunque también al principio de este año hubo una posibilidad, el matrimonio con Ferrari le llega en el mejor momento de su carrera. Con 28 años, nueve ya en la Fórmula 1, es un piloto maduro y ya las ha visto de todos los colores.

"He aprendido a perder porque con los años conoces mejor el mundo, los caprichos del destino y del deporte. No se puede ganar siempre, es una simple ley de vida", decía subido a un tren bala Tokio-Nagoya camino de Suzuka.

Schumacher llegó a Maranello con un año menos que el asturiano y también, como él, con dos títulos junto a Briatore y en un equipo pequeño, Benetton en este caso. El Kaiser y sus cinco Mundiales en la casa roja son el ejemplo a seguir. En 2006 fue el enemigo a batir, el mito a derribar. Solamente cuatro años más tarde estarán en el mismo bando. Schumi ya no pilota, pero se resiste a alejarse de la gasolina y es uno de los consiglieri de confianza en Maranello. Alonso recogerá sus consejos. El reto profesional es de órdago. En Ferrari la victoria es obligada y hay tormenta cuando no llega.