El Bergantiños se lo creyó y casi le gana al Coruxo. También pudo perder, porque, en la segunda parte, el partido se puso de ida y vuelta y en ese terreno, más tenían a su favor los visitantes, por la calidad de su nómina de jugadores, con Antúnez (un superclase) a la cabeza. El mediapunta del Coruxo mandó el balón al palo tras haberse deshecho de su marca con un caño en una baldosa, y en la continuación de la jugada, la pelota acabó paseándose por delante de Yáñez con peligro de gol, poco antes de que el meta local le sacase una maravillosa mano abajo a Tomás, que se había fabricado la ocasión en una carrera larga.

Pero todo eso fue en la segunda mitad, porque hasta el descanso, el Bergantiños fue mejor que un Coruxo, desaparecido, neutralizado, espeso, y decepcionante. Claro que el mérito va para el haber de los locales, en especial para Javi Angeriz, un coloso toda la tarde en la brega, y para Élmer, que aburrieron a Marcos, a Mouriño y a Antúnez, afortunadamente para los intereses rojillos, porque los centrocampistas del Coruxo la liaban cada vez que controlaban con medio centímetro de desahogo.

No lo hicieron porque el Bergantiños se lo creyó, lo que no había hecho contra rivales de mucha menor entidad, ante los que padeció (y murió casi siempre) y a los que les profesó un respeto injustificado. Ayer, ante uno de los que aspiran a la promoción, tomó sus lógicas precauciones, pero no renunció nunca a buscar la gloria. Cavó la zanja en el doble pivote y al Coruxo le costó sortearla –si es que lo hizo, que no, antes del intermedio–, pero jugó su partido más serio y llegó al área del rival con cierto sentido y a veces peligro real, con Josiño muy participativo y Deus sin escatimar esfuerzo de segundo punta.

El segundo tiempo comenzó casi como acabo el primero y con un remate lejano, de falta, de Deus, casi calcado a otro que firmó en el minuto 11.