Fiesta en Praza de España y A Madroa. El Celta, por primera vez en mucho tiempo, ha firmado un pleno en la jornada del fin de semana. Los once equipos que posee en su estructura ganaron sus respectivos encuentros. Un dato anecdótico en algunos casos, pero sustancial para otros como el filial, que está firmando una temporada de ensueño.

El club, obviamente, celebra más unos triunfos que otros. La plantilla profesional, motor de la entidad, era a la vez la que impedía sistemáticamente ese pleno desde hace meses, con su horrible final de campaña e igual de horrible arranque. Eusebio respira tranquilo, con él los directivos y empleados, y eso permite a todos paladear el rendimiento de la cantera.

Es mejor obviar a los más pequeños. La superioridad céltica a esos niveles, y en ligas locales, provoca guarismos abusivos, que muchos expertos preferirían limitar de alguna forma. Pero el resultado empieza a importar en las etapas adolescentes. Y en ese tramo el Celta B está asombrando a propios y extraños.

El conjunto que prepara Milo Abelleira venció en el difícil campo del Barakaldo y ocupa la segunda posición en la Segunda División B. Abelleira está completando el ciclo que él mismo inició al comandar el último ascenso del filial a la categoría de bronce. Estuvo unos años más, pasó después el testigo a Rafa Sáez y lo ha retomado de Alejandro Méndez. Él tuvo a una generación que aún incluía a Borja Oubiña y Jonathan Aspas; Sáez adoctrinó a sus sustitutos; Menéndez entrenó a la "legión extranjera" enrolada por Chuti Molina. Hoy, Abelleira saca petróleo de un vestuario poblado mayoritariamente por chicos en edad juvenil e incluso renuncia a las perlas más destacadas, como Joselu y Hugo Mallo.

"Nadie podía pensar que estuviésemos como estamos ahora", reconoce el pontevedrés, recordando la retahíla de lesiones o la inicial desorientación de la gente finalmente descartada por Eusebio para una permanencia estable en el primer equipo. "Lo importante es que se lo crean".

Lo que más valora Abelleira es la política actual del club, que hace creíble el discurso que un técnico del filial debe venderle a sus discípulos. "No es como antes, cuando el Celta estaba peleando por Europa y apenas había canteranos en la plantilla. Los jóvenes sabían que debían irse para acceder a las divisiones altas. Mis jugadores han convivido con Iago Aspas o Joselu. Acaban de ver cómo Túñez y Toni se montaban en el autobús para ir al partido de Copa en Girona. Lo palpan. Pueden llegar. Se lo dices y lo ven factible. Te creen. Es una realidad".