Al nuevo Celta de Eusebio le faltan horas de cocción. El conjunto vigués cumplió ayer con la ancestral tradición de estamparse en la primera jornada de Liga, pero dejó esbozos interesantes de lo que puede ser una temporada a la que le restan casi diez meses de competición. Una eternidad. Con un equipo al que es evidente que le faltan horas de vuelo y cuya delantera aún no ha empezado a afeitarse -a algún futbolista, como es el caso de Toni, el compromiso le vino muy grande-, el Celta planteó pelea a un claro aspirante al ascenso y, sobre todo, supo recomponerse y reaccionar en el segundo tiempo después de verse por debajo en el marcador. Sólo un prodigioso gol de Dimas a falta de doce minutos apagó las esperanzas de sacarle algún provecho a un día que Eusebio afrontaba con el equipo hecho unos zorros en las posiciones de ataque, lo que le obligó a buscar soluciones desesperadas.

Con el riesgo de los análisis prematuros, da la sensación a simple vista de que el Celta ha mejorado en defensa -pese al regalo del primer gol de los sorianos-, que Bustos podría hacer olvidar pronto a Rosada, que Trashorras parece responsabilizado de que debe marcar la diferencia y que gente como Botelho puede proporcionarle un plus de calidad en comparación con lo que había en las últimas temporadas, años en los que el equipo ha vivido estancado en una insufrible mediocridad. En el otro lado de la balanza, el de los detalles inquietantes, hay que poner el comportamiento de los laterales, el estancamiento que parece vivir gente como Michu a los que hay que exigir mucho más, o la dificultad que el equipo tuvo para encontrar el ritmo al partido. Jugó la primera parte andando, sin coraje alguno, zarandeado por el Numancia que peleaba los balones divididos apretando los dientes. Los vigueses parecían ir a ellos de puntillas, como pidiendo permiso, un pecado en una categoría donde la energía es casi tan decisiva como la calidad. Ahí le queda mucho trabajo que hacer a Eusebio.

Mal arranque

Precisamente esa “delicadeza” con la que el Celta entró en el partido se convirtió en el primer problema que hubo de solucionar. La presión llegó siempre con preocupante impuntualidad, faltó mordiente en la gente de ataque, profundidad y el Numancia, sin buscarlo en exceso, comenzó a encontrar interesantes pasillos en la espalda de Roberto Lago -lamentable su partido y sólo justificable por algún problema físico- y de Vasco Fernandes, una caricatura en comparación con lo que se vio de él en la pretemporada. El Numancia, tranquilo ante la ausencia de problemas que le generaban los bisoños Joselu y Toni, se empezó a interesar poco a poco por la portería de Falcón y dejó un par de llegadas inquietantes a las que le faltó un remate más certero. No era su objetivo prioritario. La idea de Arconada era madurar el partido en el arranque, resistir y llevarse los tres puntos en el segundo tiempo aprovechando las previsibles prisas de los célticos. Un plan de vuelo que acabaría por cumplirse.

En un evidente homenaje a la temporada pasada el Celta regaló el primer gol. Ortega, que había dejado una notable primera mitad y que tiene aspecto de central serio, poco amigo de los riesgos innecesarios, se encargó de gastarle la broma pesada del día a sus aficionados. Dejó un balón a Barkero para que el mediapunta cabalgara hacia Falcón en solitario y entregara en bandeja el primero tanto a Vélez. Por aquel entonces Eusebio había empezado a menear el equipo y Hugo Mallo había entrado en el lugar del nefasto Roberto Lago. Tras el 0-1 desapareció del campo Toni -su participación había sido nula- y saltó al campo Botelho. Un instante después Trashorras había empatado el partido en un colosal disparo desde fuera del área. Los cambios y el Celta mudaron la expresión del equipo vigués.La banda izquierda fue decisiva porque Mallo -a pierna cambiada- y Botelho le pudieron un grado de intensidad que el equipo vigués no tenía hasta ese momento. Del otro costado, donde habitaba un mustio Abalo, no hubo noticias. Pero al Celta le bastó para acosar al Numancia y para encontrar sentido y tranquilidad para realizar circulaciones que hacía meses que no se veían por estas tierras. Sin grandes ocasiones, sin una presencia avasalladora en el área, pero se apreciaba en el aire un intento por construir algo coherente.

Pero al Celta le despertó un golazo de Dimas. El centrocampista del Numancia se inventó una obra de arte a falta de doce minutos para poner por delante a los sorianos y apagar el intento de reacción del cuadro de Eusebio, que se quedó sin aire. Los célticos sólo tuvieron tiempo para una última ocasión para alcanzar el merecido empate. La protagonizó Joselu que controló en el área un balón llovido del cielo, sentó al central con un sombrero monumental y, cuando estaba solo para ajusticiar al meta del Numancia, se asustó y remató de forma infantil con su pierna izquierda. Fue otro esbozo de lo que tal vez sea este equipo en algún momento de la temporada. Eusebio aún tiene que mejorar algunas cosas, el equipo necesita refuerzos en zonas donde los canteranos no alcanzan y luego, dejar que todo hierba un poco más.