Colin Addison, antes de que le conociéramos en Vigo como entrenador del Celta de mediados de los ochenta, fue protagonista de una de las mayores gestas de la historia del fútbol británico cuando en 1972, como jugador-entrenador del Hereford United –un conjunto aficionado– eliminó en la Copa inglesa al todopoderoso Newcastle. Aquella victoria constituyó la mayor sorpresa que había deparado hasta ese momento la competición más antigua del fútbol mundial. Por primera vez un "non league" –nombre con el que se conoce a los equipos que no pertenecen al fútbol profesional– derrumbaba a un gigante y abría un camino que en las siguientes décadas siguieron un puñado de equipos más. Pero el primero fue el Hereford.

Addison sólo tenía 31 años cuando decidió compatibilizar las tareas de mediocentro con la de entrenador del modesto Hereford. Había desarrollado una notable carrera como futbolista en algunos de los grandes equipos de aquella época. Comenzó en el York City, pasó al Nottingham Forest (con el que marcó 62 goles en casi 200 partidos) y al Arsenal donde las cosas no le fueron demasiado bien. Su último equipo en la élite fue el Sheffield United cuya camiseta defendió hasta que cumplió los 31 años y diversos problemas físicos le obligaron a buscar cobijo en el fútbol aficionado. Eligió el Hereford, conjunto que también le ofreció ser el entrenador. Aceptó porque sabía que su futuro estaría inevitablemente ligado a los banquillos y aquel era un buen comienzo. Dirigía al equipo en el centro del campo y desde allí ordenaba posiciones, hacía los cambios y mandaba instrucciones a sus compañeros. Poco podía imaginarse que en su primera temporada en el modesto conjunto británico iba a convertirse en una celebridad gracias a la Copa, el torneo más democrático del mundo porque lo puede jugar cualquier equipo aficionado, por pequeño que sea. Disputan eliminatorias entre ellos y los últimos alcanzan a medirse, con algo de suerte, a algún equipo de una categoría equivalente a la Segunda B española. Eso era lo habitual año tras año. Pero la Copa siempre mantuvo esa puerta abierta porque su grandeza radicaba precisamente en eso. En la temporada 1971-72 el Hereford comenzó a eliminar equipos y de forma sorprendente alcanzó la cuarta ronda, lo que le permitía soñar con un duelo ante uno de los grandes. Y el sorteo fue condescendiente. El Newcastle se cruzaba en su camino aunque el partido debía jugarse en St Jame´s Park. 5.000 aficionados se desplazaron a Newcastle en lo que era un día de fiesta para ellos. El conjunto de la Premier salió con los suplentes en un encuentro que imaginaban de verbena. Sin embargo, a los diecisiete segundos el Hereford ganaba 0-1. Las "urracas" remontaron y cuando creían haber noqueado a aquellos provincianos apareció Addison para desde fuera del área marcar un golazo y llevar la eliminatoria al "replay" que se jugaría en un abarrotado Edgar Street. Malcolm McDonald, internacional por Inglaterra y el mejor jugador del Newcastle, declaró en la prensa para frenar el entusiasmo que había generado el encuentro que "les vamos a marcar diez".

El 5 de febrero de 1972 más de catorce mil personas se acomodaron como pudieron en el viejo estadio de Hereford para ver el partido de sus vidas. Había llovido una barbaridad y el terreno de juego estaba muy pesado. No era mala noticia para el Hereford que se iba a dejar el alma en cada jugada. El Newcastle alineó a su equipo de gala convencido de que le esperaba un importante sufrimiento. Y así fue. El Hereford dominó y le creó innumerables problemas a las "urracas" que supieron apretar los dientes y esperar su ocasión cuando el partido parecía condenado a la prórroga. McDonald cazó en el minuto 82 un centro al segundo palo y lo colocó en el fondo de la red ante la desolación general. "Se acabó" pensó Addison como él mismo dijo tras el partido. Era un mazazo demasiado grande para un modesto que de repente se despertaba de su sueño. Sin embargo, ocurrió lo impensable. Ronnie Radford, en el minuto 85, enganchó desde 35 minutos un latigazo asombroso que se coló por la escuadra de la meta del Newcastle. El viejo estadio rugió y cientos de aficionados entraron en el campo para celebrar el gol. El Hereford acababa de llevar el partido a la prórroga. Y allí sucedió lo milagroso. En el minuto 103 Ricky George, que acababa de entrar en el campo, aprovechó un rechace en el área visitante para sacarse un remate extraño, algo "mordido", que se durmió junto al poste derecho de la portería defendida por McFaul. Otra invasión de campo, la locura. Diecisiete minutos después el árbitro pitaba el final y se confirmaba la mayor sorpresa de la historia de la Copa británica. La BBC montó un programa especial aquella misma noche y aún ahora, 37 años después, en la cabecera del "Match of the day" sigue apareciendo la imagen del gol de Ronnie Radford y la de los aficionados del Hereford invadiendo el campo. La grada principal del campo pasó a llamarse "Colin Addison Court". Hace años la televisión británica le llevó al estadio para hacer un reportaje sobre aquella gesta. Le preguntaron qué sintió tras el pitido final. Y no pudo responder. Lloró un rato y dijo "esto".