Todo empezó a torcerse cuando el chubasco se instaló en el cielo de Shanghai y se confirmó que la salida sería bajo el mando del coche de seguridad. La carrera comenzaría en procesión tras el Mercedes plateado. Fue el primero de muchos reveses para Alonso. El agua, el propio coche de seguridad y un inoportuno trompo cuando se había dado un atracón de aúpa para recuperar posiciones acabaron con el ánimo del asturiano. Terminó noveno, otra vez fuera de los puntos, pero había empezado a cavar su tumba mucho antes, cuando pasó del viceliderato a la cola del pelotón. En Renault esperaban más vueltas de carrera neutralizada y llamaron a Alonso a repostar, con tan mala suerte que, justo a su regreso, el coche de las sirenas se retiró dejando al asturiano el último clasificado. No le esperaron para participar en la batalla.

La lluvia, tantas veces amiga, compañera a la hora de forjar su aureola de piloto de leyenda, fue ayer cruel. De entrada anuló una estrategia cincelada a conciencia y después se encargó de convertir el circuito en una lotería para la que el bicampeón siempre tuvo los billetes equivocados. Como en la vuelta 37. Se había abierto paso a codazos desde la vigésima posición. Llegó a transitar quinto y tras el segundo respostaje ya era noveno y acariciaba los puntos. Pero al afrontar la decimotercera curva del circuito, la que da acceso a la interminable recta anterior a la meta, perdió el control del R29 y terminó atrapado entre el asfalto y la gravilla, con la panza del monoplaza sobre uno de los pianos. Cuando quiso recuperarse ya estaba decimotercero y aunque luchó sin desmayo ya no pudo llegar a los puntos.

Mientras tanto, Vettel, el joven que la temporada pasada le arrebató a Alonso tres récords de precocidad (pole,victoria y podio) domesticó la tormenta y lideró la carrera de principio a fin. Red Bull escribe una página de oro en su historia. Primera victoria para el equipo, rematada en forma de doblete por Mark Webber. Button, tercero, sale de China fortalecido en el liderato el día que Ferrari también reiteró su desgraciado papel en el Mundial. Tercera carrera sin puntos.

La caótica Fórmula 1 de este año se empeña en sazonar cada carrera de circunstancias anómalas. En Australia, el final llegó tras el coche de seguridad. En Malasia, Gran Premio suspendido por el aguacero y ayer, en Shanghai, hubo que salir detrás del Mercedes para evitar un comienzo arriesgado. A ritmo constante, el pelotón cubrió las primeras vueltas sin señales de que la lluvia pudiese remitir.

La guerra de los difusores libró su tercera batalla envuelta en un manto de agua. No dejó de caer en toda la carrera y aunque nadie amenazó el dominio de Brawn, sí que hubo ligeras mejorías. McLaren consiguió su mejor resultado, a pesar de que terminar quinto y sexto no es como para presumir. Renault demostró que su primera evolución del doble difusor al menos ofrece buen ritmo de carrera. Y Red Bull se confirmó como el mejor coche tradicional. Sin kers ni difusor mágico.

Vettel se quedó nada más empezar sin la amenaza de Alonso. A partir de ahí tuvo la escolta de su compañero Mark Webber y le resultó mucho más sencillo llegar a buen puerto. Sólo debía mantener el coche en la pista y hacer gala del buen ritmo de los Red Bull esta temporada. Button y Barrichello los escoltaron en la meta. El inglés de Brawn GP nunca llegó a tener opciones reales de victoria, ni siquiera cuando lideró la carrera tras los repostajes de sus dos rivales. Vettel incluso le endosó un adelantamiento espectacular en la vuelta 40.

La pista china fue una tortura para los pilotos. Todos utlizaron neumáticos de lluvia extrema durante la todalidad de la carrera y cuando Rosberg se atrevió a colocar los intermedios, en busca de la remontada, tuvo que deshacer el cambio ocho vueltas después. El día fue muy desapacible en Shanghai, incluso para un circo acostumbrado en los ultimos tiempos a carreras sobre piso mojado.

No hubo tregua y la prueba se convirtió en un festival de patinazos y salidas de pista. Apenas hubo pilotos libres de sustos y casi todos penaron en la curva 16, la que da acceso a la recta principal, convertida en un auténtico río, caldo de cultivo para el temido aquaplaning.

Hamilton fue uno de los animadores de la carrera. Salía retrasado pero con la idea de acercarse a la cabeza gracias a las novedades del McLaren. No lo logró porque tuvo un par de sustos aunque sí protagonizó adelantamientos de mérito.