Empate estéril entre el Celta B, al que el punto poco impulsa hacia las alturas de la clasificación, y el Lugo, que sigue sin concretar su salvación. Fue el resultado lógico de un duelo de ritmo febril y escasa precisión, en el que los porteros se mostraron seguros ante el escaso aunque peligroso trabajo.

Barreiro es un escenario que promueve el fútbol directo. No hay espacios y los jugadores se asfixian. Y ninguno de los contendientes, ni el filial celeste ni su maduro oponente, encontraron la forma de sobreponerse a la cancha. Ambos se empeñaron en un combate de arañazos, de triangulaciones inútiles condenadas a un pronto fracaso.

Fue una especie de fútbol epiléptico, de esa especie en el que los equipos se agitan sin encontrarle un sentido a sus movimientos. No existe un plan caro que tenga la portería contraria como culminación. No hay nadie que detenga el cronómetro y otee el horizonte. La pausa. Es lo que faltó durante los noventa minutos.

La pausa siempre es necesario e incluso más cuando ambos rivales apuestan por el frenesí. Pero la pausa exige talento, que es lo que no sobra. El único que lo posee es Iago Aspas, pero aún le domina el ardor de la adolescencia. Iago vive a mil kilómetros por hora. Si algún día aprende a frenarse, habrá ampliado sus posibilidades de brillar a nivel profesional.

También lo intentó Joselu al modo del nueve, guareciendo el balón con sus espaldas. Le falta experiencia y algún kilo para manejar de forma correcta su cuerpo. El ariete pasó por el choque sin pena ni gloria, sólo amenazante en el cuerpo aéreo. Dispuso, eso sí, de la ocasión postrera, pero no atinó a empalar el balón en el último instante.

Porque hubo oportunidades. Más para el Lugo en la primera mitad y para el Celta B en la segunda. Si dos pelean a guantazos desmañados, algún buen golpe acaban consiguiendo. De hecho, Roberto Losada cazó un gol. El Chino conserva la estética de Primera División y la calidad que probablemente le hubiera permitido seguir en lo más alto de no ser por las lesiones. El juez de línea se lo anuló, contagiado del baile de San Vito.