El récord que quiso Dios
Ewerthon, del Zaragoza, aspira a batir los 34 goles que Baltazar logró con el Celta

Baltazar, durante su etapa celeste y en su última visita a Balaídos. / Cameselle/De Arcos
Baltazar es más un paradigma que una persona. Carne convertida en categoría. Baltazar resume y sublima el gol en el Celta como Gudelj. Y Nolete, Hermida y Pahiño antes que ellos. "El nuevo Baltazar", se llegó a decir de Dinei cuando era la fiebre. Aún puede imitarlo el actual punta, aunque haya aminorado el ritmo, porque también su predecesor tuvo malas épocas. Su historia es tenebrista, de claroscuros.
Porque Baltazar, fichado por trece millones de pesetas, fracasó en su primera campaña como celeste. Seis goles en 32 partidos. "Sólo vales para comer bocadillos", le decía García Traid, uno de los técnicos que desfiló por el banquillo (Félix Carnero empezó la campaña; Pepe Villar la terminó). Lo cierto es que ninguno acertó a emplazarlo en la cancha. Eso lo conseguiría Colin Addison al año siguiente.
Lo británico y lo brasileño combinaron bien. Addison enseñó a Baltazar a ratonear a la sombra de Lucas, cazando los balones que le llovían del otro. Las cifras marean: 26 goles en 34 partidos de liga regular y el súmmum, 8 en los 10 del play off. Se entiende que Vicente lo abroncase un día cuando lo vio esforzarse para defender una jugada. "Tú corre sólo hacia adelante, que para lo otro ya nos pagan a nosotros", le espetó el capitán. Entendió su rol. Cuando en Riazor Díaz Vega señaló como penalti una falta a Alvelo fuera del área, fue Baltazar el que tomó el balón y lo convirtió.
Al año siguiente, con Maguregui, volvió a girar el destino. Sólo pudo disputar 16 goles por culpa de las lesiones. Se había convertido en un goleador famoso y las defensas lo acosaban con violencia. A los centrales del Athletic les regaló sendas biblias antes de un choque en San Mamés. Lo cosieron a patadas. "Sólo a ti se te ocurre", le dijo Atilano al llegar al vestuario.
Baltazar era atleta de Cristo. Quizá el primero que se hizo conocido en España por tal militancia espiritual. "O Artilheiro de Deus", le llamaban en Brasil. Conoció la Biblia a los 17 años y se hizo su devoto lector. La fe le ayudó a capear los peores tragos, como la muerte del portero del Málaga Gallardo en enero de 1987, días después de chocar con las piernas del céltico al disputar un balón dividido.
Baltazar, un tipo humilde y querido en Vigo, acabaría siendo traspasado al Atlético, donde vivió igualmente lo excelso y lo terrible del oficio. En su primer año marcó 35 goles y quebró la hegemonía de Hugo Sánchez. Un aficionado mexicano recuerda: "En el país nos levantábamos cada día preguntando quién había marcado, si Hugo o Baltazar". Baltazar estornudaba y era gol. Pero entonces llegó Clemente y lo fue orillando. Y en 1990 la contratación de Schuster obligó al despido del delantero por mor del cupo de extranjeros.
Oporto, Rennes, Goiás... Fue el renqueante itinerario final de un tipo que había llegado a disputar una Copa América con Brasil. Colgó las botas en el Kyoto Purple Saga, al amor del dinero japonés.
Hoy, Baltazar es comentarista de radio y televisión en Goiás. Emprendió también carrera como representante, aunque no se le conocen muchos avances. En 2001 estuvo en Balaídos, con traje de predicador y su hablar suave. Pero ese es el Baltazar humano, el que sufrió lo peor de la pelota. El otro, el que la enamoraba, habita en la memoria y está lejos del alcance de Ewerthon y Dinei. Al menos, de momento.
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