El Celta se olvidó ayer de quién es y en qué categoría juega. La derrota penaliza su amnesia. En Segunda no se busca el acierto propio, sino el fallo rival. La destrucción concienzuda cuenta más que cualquier propuesta constructiva. Tres errores individuales, contando el penalti de Peña, determinaron el encuentro. Uno tiene la sensación de que el adversario nunca se comporta con tanta generosidad. A los célticos les cuesta mucho sudor lograr lo que de vez en cuando regalan a los rivales, como una colección extensa y absurda de faltas peligrosas.

Conocimiento útil e inútil

No cuenta correr, sino correr bien, y el Las Palmas corrió mejor. No cuenta saber, sino qué se hace con ese conocimiento. Los canarios neutralizaron a Trashorras, que fue su cerebro como ahora lo es de los celestes. El Celta, en cambio, permitió que Jorge resucitase. En ningún momento impusieron los vigueses su teórica superioridad física en la medular. Si a Jorge le das aire para pensar, te mata.

El ansia de la retaguardia

Murcia alinea una retaguardia demasiado vehemente. A Rubén habrá que atarle los brazos._Es la segunda vez que le pitan un penalti en el braceo. El santiagués es ostentoso, visible desde cualquier esquina, para lo bueno y lo malo. A Moya también le dominó su carácter impulsivo. Propuso su expulsión con una acción aparatosa, pese a que Jorge estaba rodeado y a punto de rendirse._Peña paga en el rival la ira del instante. Son efusiones que los veteranos no pueden consentirse.

Tardío plan b

Pepe Murcia no quiso adelgazar su medular tras el descanso. Apostaba por asegurar el 1-0 hasta los últimos minutos, en los que ordenaría la galopada suicida. Pero esa consigna llegó tarde._El Las Palmas sentenció antes de que la entrada de David Rodríguez en acción surtiese efecto._El encuentro hacía tiempo que demandaba un acompañante para Dinei y juego directo. El_Celta envió ayer a su ariete brasileño a cien Termópilas, batallas heroicas pero condenadas al fracaso contra los centrales.

el "santo milagreiro"

Borja Oubiña es un futbolista maravilloso. Y en la nostalgia de su larga convalecencia se ha convertido prácticamente en una leyenda, como si nunca antes jugase mal o como si su mera presencia en la cancha fuese a darle al Celta el ascenso. La memoria tiende a idealizar los recuerdos, a embellecerlos. Resulta comprensible que Pepe Murcia se sienta ansioso por recuperarlo. Lo mismo se palpa en la prensa o la afición. Pero el técnico debe comportarse con mayor frialdad. Borja Oubiña no es un "santo milagreiro" al que pasear en procesión, sino un centrocampista que se ha pasado catorce meses de baja y necesita toda la tranquilidad del mundo en el último tramo de su regreso.