Cuatro años de edad los separan, de los 26 a los 22, y los escasos kilómetros entre Vigo y Porriño. Breve distancia en comparación con todo aquello que comparten: camiseta, posición, una forma de entender el juego y la vida. Vila admira a Oubiña. Oubiña respeta a Vila. Mellizos en su aprecio, al fin las circunstancias les permiten estar reunidos sobre el campo.

Lo estuvieron de 2006 a septiembre de 2007, cuando Oubiña partió hacia Birmingham. Pero entonces Vila era un canterano de ocasionales visitas al primer equipo y Oubiña, una figura con espacio en la selección española. Hoy, parking, taquilla y relevancia les son comunes. También la salud, que les ha sido esquiva. Agua pasada.

Oubiña se reintegró al grupo la semana pasada. En el entretanto, Vila se había lesionado. Justo en el momento en que era el jugador más en forma de la escuadra. Ambos aceptan que les costará adquirir la titularidad. "El equipo está en muy buen momento", acepta Vila, siempre respetuoso con los otros pivotes del equipo: Michu, Rosada, Renan. Aunque es Oubiña al que más admira.

Siempre escueto en palabras, a Vila se la nota la devoción en sus actos. Borja y él conviven, realizan al alimón los ejercicios, charlan constantemente. Para el porriñés, es un curso de fútbol en teoría y práctica. "Es que Borja es increíble dentro y fuera del campo. Es muy grande", indica.

El vigués asegura que la relación está establecida en plano de igualdad. "¿Maestro, yo? No. Nos llevamos bien. Me sucede con todos los jugadores que vienen del Celta B. Quizá porque me veo reflejado en ellos. Hablamos de muchas cosas. Ellos aprenden de mí, pero también yo de ellos".

En el caso concreto de Jonathan Vila, Oubiña destaca que "somos prácticamente de la misma zona y no hay grandes diferencias de edad. Pensamos de forma parecida sobre muchas cosas. Es sobre todo una excelente persona, muy humilde".

Oubiña, como confiesa, se ve a sí mismo en Vila, aunque sea alargado, menos elocuente y en otro Celta distinto a aquel en el que aterrizó desde el filial. "Tal y como yo lo viví en mi época, y con el nivel que había, al llegar al primer equipo te encontrabas con muchas exigencias. Te sentías extraño, casi raro. Yo trato de ayudar a que la gente supere esas sensaciones. Me gusta estar cerca de ellos. Aunque Jonathan ya está en su sitio", dice en referencia a cómo el porriñés se ha instalado en el vestuario profesional.

Jonathan Vila escogió como modelo a Oubiña hace mucho tiempo, "cuando él empezó a despuntar en el filial". Un referente próximo que combinaba con otros más lejanos y mediáticos, como Vieira. El internacional francés era su predilecto. "Ojalá fuese la mitad que él", sentencia. No quería imitar a los talentosos y llamativos, sino al sólido internacional galo. Tenía claro por qué camino discurriría su carrera: "De niño ya sabes más o menos dónde te sientes cómodo".

También Borja tuvo gente a la que quiso emular, aunque en su caso es una larga colección. "Makelele o Mazinho primero, Luccin y Giovanella después, ahora también Michu o Rosada. Todos tienen algo que enseñarte", recita de los que pudo palpar. "Y por la televisión, sobre todo Xavi, Cesc y especialmente Guardiola. Gente que está a otro nivel".

La Masia destaca, precisamente, por su abundante producción de pivotes, de corte creativo en este caso. A Madroa podría iniciar con Oubiña y Vila su peculiar estirpe, inclinada hacia la solvencia. "Pero eso no depende de que dos o tres jugadores coincidan en un momento determinado", rechaza Oubiña. "Es más un tema a nivel general, de política del club, de que se quiera implantar una idea de juego en todos los equipos y de qué se le pide a un jugador para llegar al primer equipo". Tal personalidad aún no existe. Lo de Oubiña y Vila es una generación espontánea que ambos agradecen.