"Menudo personaje", se le escapa a un jugador del Celta cuando David Vidal cruza ante él. Personaje por peculiar, característico, llamativo, imprescindible, al menos para el fútbol que se desarrolla fuera de los 90 minutos. En ese instante, Vidal regresaba al vestuario tras ofrecer la rueda de prensa. Ignoraba, aunque sí lo sospechaba, que había sido la última como técnico del Elche. Al menos, se ha ido a su manera.

En ese último debate con los medios de comunicación se empleó con el ardor de siempre. Rebatió, explicó, exclamó con ese castellano musicalmente gallego que no tiene parangón. "El cuerpo se me ha quedado mal", decía el de Portosín del resultado.

Olmo agradecerá su despido. Vidal no le auguraba días felices. "Estábamos bien hasta que hubo una jugada desastrosa para nuestros intereses. Le hicimos un penalti a un rival que se iba hacia el córner. No fui yo el que metió una patada por detrás a un jugador del Celta. Iba a jugar Niño, pero se puso enfermo y jugó su suplente".

Los silbidos de la afición han pesado tanto en la directiva ilicitana como los dos empates en siete partidos. La excelente campaña pasada, al olvido. Pero Vidal se defendía: "La afición criticó el cambio de Santos, que estaba muerto. Metí a dos delanteros para jugar de forma directa porque estábamos cansados. Es la primera vez que el público se mete con el entrenador. Yo hago lo mejor para el Elche. Claro, tengo que pensar que estoy en la cuerda floja porque estoy aquí para ganar partidos. Y pongo a los mejores porque soy yo el que se juega la cabeza. Porque un entrenador muere con sus ideas". Esa dignidad no se la podrá quitar nadie. Claudio Barragán asumirá de forma provisional el cargo.