"Quería llegar cuanto antes a casa", proclamaba un agotado Óscar Pereiro a su llegada al aeropuerto de Peinador, donde le esperaba su familia y amigos a pie de pista. El ciclista de Mos aterrizaba procedente del aeropuerto italiano de Cuneo, y ayer mismo era ingresado en el hospital de Fátima, donde fue sometido a una primera observación y donde se espera que mañana sea operado de la doble fractura de húmero que sufrió en la etapa del domingo del Tour de Francia disputada entre Embrun y Prato Nevoso. "Quería que todo acabara cuanto antes para no sufrir más", añadió.

Pereiro llegó a Vigo gracias a las gestiones de su equipo, el Caisse d´Epargne, que puso a su disposición un jet privado medicalizado para que pudiera ser tratado en Vigo cuanto antes. "O llegaba hoy -por ayer- o me operaba allí", dijo un Pereiro que, pese a todo, se mostraba sonriente.

Cansado, después de un día interminable, el de Mos salió del avión por su propio pie, acompañado por el relaciones públicas del equipo, Francis Lafargue.

Ayer por la mañana fue sometido a diversas pruebas médicas para descartar cualquier otra lesión. "No es una intervención complicada, pese a que es una fractura compleja, puede hacerse en cualquier lado, pero preferimos hacerlo en Vigo, por comodidad de la familia y para la rehabilitación", indicaba ayer el médico de su equipo antes del regreso a casa del campeón del Tour de 2006.

Sin embargo, las gestiones para que el de Mos llegara a Vigo fueron complejas. El papeleo y los trámites administrativos con los seguros retrasaban el vuelo del ciclista, que no aterrizaría en Vigo hasta bien pasadas las 22.30 horas. Su mujer, María Freitas, y sus padres y hermanos estuvieron toda la tarde pendientes del teléfono. Pero a las 18.30 recibieron la llamada confirmando que estaba saliendo del hospital y que tenía media hora de camino hasta el aeropuerto. Pasadas las 19.00 horas tomaba el avión de regreso.

Poco a poco su familia iba llegando a Peinador. Con el corazón en un puño y aún con el susto en el cuerpo, recordando la aparatosa caída de Pereiro, una caída que vieron todos juntos en casa de los padres del ciclista el domingo. Tras la incertidumbre inicial y los nervios, llegó la tensa espera hasta poder ver al ciclista por fin en casa. Con la piel de gallina algunos de ellos, se fueron colocando en la pista, al lado de la ambulancia, para darle su primera dosis de cariño y aliento. Pese a que se perderá lo que resta de temporada y la opción de ir a los Juegos de Pekín, el aspecto deportivo queda relegado a un segundo plano, porque es consciente de lo afortunado que ha sido teniendo en cuenta la aparatosa caída sufrida.

El corredor llegaba extenuado, pero bajó del avión por su propio pie para meterse directamente en la ambulancia que lo trasladaría a Fátima y donde lo operará el doctor Martínez Soyanes, según su familia. Desde su interior atendió amablemente a los medios de comunicación, y dijo que "el viaje ha ido bien y, dentro de lo que cabe, estoy contento de llegar a casa". Pereiro recuerda perfectamente la caída e indicó que "cuando sucedió vi pasar delante de mis ojos muchas imágenes y lo único que quería era que acabase pronto, para no sufrir".

También recordó que el instante más duro fue cuando, en el suelo, el doctor le indicó que moviera las piernas, y no podía: "Fue uno de los momentos más difíciles de mi vida".

"Espero poder operarme cuanto antes para acabar con el dolor", comentó Pereiro, que agradeció todas las gestiones de su equipo, el Caisse d´Epargne, para facilitarle el regreso, y "todo tipo de apoyo" que ha recibido en este duro trance de su carrera. Tampoco se quiso olvidar del interés que mostró por su estado el director del Tour, Christian Prudhomme, que fue a visitarlo al hospital de Cuneo.