Euforia, fiesta, rojo y gualda a raudales. La Praza de la Estrela concentró en Vigo a unas 5.000 personas que se reunieron para ver desde la pantalla gigante instalada por la Deputación de Pontevedra el triunfo de España ante Alemania en la final de la Eurocopa. Ataviados con pañuelos conmemorativos, banderas, camisetas, bufandas... con la cara pintada de rojo, de amarillo, con el corazón a mil por hora, A Estrela fue el escenario donde los vigueses vibraron con la "Roja".

Los inicios del partido sirvieron para que la gente fuera buscando sitio. Con tímidos gritos de "¡España, España! y !A por ellos!" se fue congregando la gente. El gol de Torres fue el detonante para que la euforia saltara por los aires. Los aficionados empezaron a hondear sus banderas y a cantar con más fuerza el "¡España, España!", pronunciado con más orgullo patrio que nunca. Con el final de la primera parte se anticipó la fiesta. Muchos ya mascaban la victoria y se citaban para el final en As Travesas, escenario de las celebraciones célticas de antaño.

Mientras, un alemán, con la camiseta de Klose, se hermanaba con la masa viguesa. También un grupo de asturianos escanciaba sidra mientras disfrutaba del recital de los de Luis. Niños, mayores, jóvenes... todos juntos unidos por el mismo deseo del triunfo español. Con el paso de los minutos iba creciendo la euforia. El triunfo estaba cada vez más cerca. Con el pitido inicial, el "¡Campeones, campeones!" fue el grito añorado. Las bengalas hicieron acto de presencia, pero enseguida el espectáculo se trasladaba a As Travesas, aunque algunos, ávidos de celebrar, se dieron el primer chapuzón en la "Paellera". Los conductores hacían sonar el claxon para anunciar que por fin España volvía a alzar el trofeo de campeón.

Pero no sólo Vigo vivió con júbilo la final de la Eurocopa. Toda Galicia se paralizó durante 90 minutos. En Santiago, miles de aficionados se congregaron en la céntrica Praza Roxa, también en el Teatro Principal de Ourense, en A Ferrería de Pontevedra, en Vilagarcía, pero también en los bares y en los hogares de todos los gallegos cuyo corazón estaba unido por un mismo latido.