El resultado logrado por la selección el pasado jueves ante Rusia, unido al partido de cuartos ante Italia, es clarificador. Esas dos circunstancias nos habla ya de que no somos la eterna esperanza, sino una auténtica realidad. La lectura es inequívoca: las cosas se han hecho bien. A una final no se llega por casualidad. España fue claramente superior a Rusia, a pesar de que, es cierto, quizás no hayamos visto a la Rusia que jugó ante Holanda. Pero, a lo mejor, es porque España no la dejó, no por otra cosa.

El triunfo, independientemente de lo que pueda pasar mañana en Viena, tiene una culpable: la simbiosis entre Luis Aragonés y sus jugadores. Pase lo que pase en el choque ante los alemanes no podemos volver al victimismo al que tan acostumbrados estábamos.

La selección está por encima de los nombres, de un detalle. Tiene que ser un sentimiento. Y eso se ha dejado sentir en lo que ha rodeado a este equipo en los últimos tiempos. Parte de las claves del éxito que ha conseguido este equipo es no haber perdido el estilo que Luis ha inculcado. El técnico ha sido fiel. Este grupo, sin perder la identidad, ha sabido competir ante equipos diferentes; no se ha ido a lo loco; y ha sabido esperar ese momento que tienen los equipos campeones para rematar la faena.

Si antes fue Italia y después Rusia, en el último peldaño nos espera Alemania, una selección que nos ha acostumbrado a ver como normal que no necesitan hacer mucho para ganar un partido. Esa es su gran arma en ese intento de volver a hacer lo mismo una vez más.

Sigo aventurando lo mismo. He dicho que si España ganaba a Rusia era campeón y lo mantengo. Y cuento argumentos para soportar esta aseveración. La euforia no está siendo desmedida -por lo menos por lo que conozco desde dentro del entorno de la concentración, los futbolistas están mentalizados de que son jóvenes y de que no están sólo ante una oportunidad historica, sino también desde el plano individual. Y todo eso lo están transmitiendo en cada partido de este torneo. En cambio, desde el bando de Alemania se han filtrado más dudas. Si somos capaces de parecernos a ese equipo que ha transmitido la tranquilidad y la frialdad ante Italia, y al que ha logrado tanta efectividad ante Rusia, lo que está claro, cuando menos, es que Alemania, mañana en Viena, va a tener un envite muy complicado.