El consejo de administración del Celta ya puede planificar con calma su tercer proyecto deportivo. El segundo tocó fondo ayer en Ferrol de la peor manera posible, con el equipo ofreciendo una imagen deplorable ante un adversario que en enero partió del último lugar de la tabla y ahora se ha colocado a cuatro puntos de los célticos.

Permanencia

La situación a la que ha llegado el equipo vigués a diez jornadas del final es preocupante. Ayer, sólo había que fijarse en la cara de los jugadores del Celta cuando faltaba un cuarto de hora de partido para temer lo peor. No había fuerzas ni para llegar con peligro al área rival, que sí buscó una victoria más amplia. La permanencia parece un aliciente insustancial para una plantilla que se creyó el mensaje de estar construida para retornar a Primera. La mayoría de los próximos rivales encontrarán más motivación que los celestes para no caer en la desidia con la que éstos acabaron en A Malata. La barrera de la permanencia podría situarse en los cincuenta puntos. El Celta ha de ganar tres partidos, como mínimo, para que el tercer proyecto de Mouriño no tenga que arrancar desde Segunda B.

Desintegración

Da igual quien juegue. La desintegración del grupo ha llegado a tal nivel que todos parecen desubicados, sin rumbo. Y el Racing encontró pronto los agujeros que le dejaba el Celta para burlarse del sistema defensivo de Antonio López. Como ha ocurrido a lo largo del curso, una acción aislada volvió a darle vida al Celta cuando Rosada igualó el tanto de Chema Mato.

Hasta la derrota final

Como ocurrió ante el Sporting, el Celta fue demasiado inocente para buscar la victoria. Prefirió agazaparse y aguantar los embates del rival, a la espera de un golpe de suerte de sus desasistidos delanteros. El empate parecía un mal menor para el entrenador céltico, que se decidió a mover el banquillo cuando Álvaro Antón sorprendió a Esteban. Y mientras se esperaba a toda la artillería en el campo, Antonio López se dedicó a intercambiar piezas, sin arriesgar, quizás para evitar una derrota de escándalo. Y así, de fracaso en fracaso, hasta la derrota final.